domingo, 29 de abril de 2007

Sin salir de casa, o qué

Porfa, haz clic en la foto para verla grande y poder leer las placas.

Es curioso. Todavía no he salido de São Paulo y ya parece que estoy en casa. O que, por lo menos, estos buenos amigos me enseñan el camino. Pero no. La Rua Pamplona es una calle importante del centro de SP, una de las que cruza la Avenida Paulista, que viene a ser la Castellana madrileña de acá. A la Avenida Paulista los brasileiros le llaman la Avenida del Matrimonio, porque empieza en la Rua Paraíso y termina en la Rua Consolação.

Dentro de una rato comienzo el regreso, ahora de verdad. Ya hablaremos.

viernes, 27 de abril de 2007

El dilema del paulistano

El lema de la ciudad de São Paulo, tiene narices, es la frase latina Non Ducor, Duco [No soy conducido, conduzco]. Ja. Esta mañana, que ha llegado con un buen aguacero, los atascos de tráfico alcanzaban los 166 kilómetros, que se dice pronto. Pero aquí nadie se pone nervioso porque están acostumbrados a un ritmo de vida al son del tra-tra, que es el de quienes consumen su vida entre el tráfico y el trabajo. Un amigo madrileño me decía, hace bien poco, que estaba feliz porque desde su nueva casa sólo tardaba hora y cuarto hasta la oficina. Wao. Pero esto, a mis pares de esta macrourbe (la tercera del planeta), no les hubiera provocado ni una mueca. Aquí hay que tener cuidado cuando te dicen "vamos a almorzar aquí cerca" porque se te hace de noche en el trayecto. Eso sí: lo que tiene de bueno mientras estás contribuyendo al monumental atasco es que puedes respirar.

Porque el sino del paulistano es éste:
a) si llueve, se lanza con su coche a la ciudad a sabiendas de que va a ser uno de los millones atrapados en un caos circulatorio indescriptible pero, eso sí, con un ambiente respirable porque el agua ha arrastrado las toneladas de porquería ambiental;
b) si hay bochorno, utiliza a lo mejor otros medios de transporte y por tanto se suavizan los atascos pero, claro, casi no puede respirar por la macropolución que como una boina corona la ciudad.

Prometí pruebas del cof-cof de São Paulo y aquí traigo una contundente, gracias a mi compadre Armando, que me hace llegar la portada del diario 'O Estado de S. Paulo', de hace pocos días, ilustrada con esta expresiva imagen cuyo pie reza: "Éste es el aire que el paulistano respira". [Si quieres ver la foto más grandecica, haz clic en ella]. Con ese pie, poco comentario se puede añadir, creo.

Así que el paulistano se levanta cada mañana y tiene que pensar, antes de correr las cortinas para ver qué tiempo hace, si ese día prefiere asfixiarse yendo ligerito a su destino o respirar amuermado en medio de una caravana de chapas mientras se entretiene estudiando el ric-rac de su limpiaparabrisas. Menudo dilema.

POSDATA.- Incorporo al apartado de pruebas la foto de portada de hoy (sábado) del mismo periódico, OESP. El pie dice que la lluvia en vísperas de un puente prolongado provocó el mayor atasco del año en São Paulo con retenciones de hasta 166 kilómetros (¿veis cómo no me invento nada?), cuando la media a esas horas de la mañana de un día "normal" es de "sólo" 94 kilómetros...

Pero, que conste (y aprovecho el añadido para constatarlo), los paulistanos están felices con la belleza caótica de su ciudad. [Una aclaración para quienes pinchen en el enlace anterior: allí se habla de diez millones de habitantes, pero aquí todos hablan de veinte, porque suman todo el cinturón del llamado Grande São Paulo y que son, a la postre, las almas que conviven aquí día a día, todos los días].

jueves, 26 de abril de 2007

Del papel a la web

Mis amigos del gigantesco O Estado de S. Paulo me han encerrado esta tarde (para mí aún es miércoles), y durante ¡tres horas!, con unos 250 alumnos de Periodismo de Universidades del país. Es un curso presencial muy interesante: una semana por mes, con sesiones intensivas sobre mil asuntos relacionados con esta bendita profesión. Además de aprender, entran en una competencia de adrenalina, ya que deben escribir reportajes sobre alguno de los temas que allí se tratan; los mejores son publicados en OESP y los ganadores son premiados con un ordenador. Y, al final, se elige un campeón entre todos los aspirantes (que suelen ser más de mil), cuyo premio consiste en una beca para estudiar con nosotros durante un cuatrimestre. Este curso está por Pamplona Renata, que fue la vencedora del año pasado.

¿Y de qué les he hablado? Pues, por sugerencia de Ramón (gracias, compadre), les he expuesto lo esencial del capítulo que acabamos de escribir entre los dos para un próximo libro sobre ciberperiodismo. Nuestro parto se titula 'Del papel a la web. Evolución y claves del diseño periodístico en internet'. Y, bueno, a juzgar por las caras que veía enfrente, la cosa ha gustado.

Lo que me ha sorprendido es que, entrados en el turno de preguntas (que debían formular por escrito para ser administradas por el moderador), las que han abrumado por mayoría eran las que, más o menos, decían: "¿Desaparecerá el periodismo impreso?". Ufff. Yo creo que no pero, desde luego, hace falta mucho cambio de mentalidad (profesional y empresarial) en los diarios para que tengan sentido en este escenario de la sobredosis informativa que ya nos aturde.

Los 23 'masterianos', junto con alguno de los profesores (pero no me busques, que no estoy).

De esas cosas, precisamente, estoy hablando en el Máster; de la necesaria refundación de los periódicos en su razón de ser, si quieren sobrevivir. Lo curioso es que llevo con este "que viene el lobo" un porrón de años. Y ya ves.

domingo, 22 de abril de 2007

Qué Graciosa

CANARIAS A VISTA DE PÁJARO DE HIERRO.- Me suena que aprobé geografía, así que debe ser Graciosa la que se muestra chiquita, al noroeste de Lanzarote. Eran las 15.30 horas (14.30 en Canarias), a 10.200 metros (9.200 en Canarias).

sábado, 21 de abril de 2007

San Pablo

São Paulo es ciento diez Pamplonas y no es una exageración. Tiene más de veinte millones de habitantes y, del viaje Madrid-SP (once horas), la mitad –ahora sí es exageración– te la pasas sobrevolando tejados hasta que tomas tierra. Voy a estar ocho días con mis brasileiros, en el Master em Jornalismo donde siempre aprendo más que enseño. Qué vicio, el de aprender. Aprender en todos los sentidos. Por ejemplo que, como desarrollo humano, deja mi Pamplona doscientas veces más limpia que esta urbe que se despierta todas las mañanas con una contaminación de órdago (prometo pruebas). Urbe en la que tienes que invertir dos tercios de tu tiempo en llegar adonde vas. Si vas por tierra, claro, porque es la ciudad que tiene más inundado el cielo por un tráfico inenarrable de helicópteros, que son los taxis de los que no pueden perder el tiempo para cerrar negocios.

Pero... qué grandes amigos encierro en este trozo. Escribiré y dejaré huellas gráficas de este universo tan familiar. Hablaremos de periodismo, claro. Y de amigos, que es lo importante.

martes, 17 de abril de 2007

Don Conradone

Desde la izquierda: Salomé (2002), Facundo, Pilar madre (1972), María (2005), 'el austriaco', Miguel padre (1988), Pilar hija, Miguel hijo (2000), Paco (1995), Lola, Conrado y José Luis.

En diciembre de 1988, cuando casi tenía a la vista la meta de los Cien Años Libres, se nos retiraba de la carrera el yayo Miguel (Calanda, 17 de junio de 1890). Así que le hicimos agarrar el testigo a su primogénito, Conrado, porque algún abanderado necesitábamos para guiar a semejante mesnada de Sanchos siempre en tropel: 9 hijos, 48 nietos, casi 80 bisnietos... ad lateres.

Lo del tío Conrado [tío en acepción familiar, no coloquial] es una epopeya vital que en este abril alcanza los 90 años. La vida le ha dado grandiosas alegrías y terribles tristezas. ¡Vaya valle de risas y lágrimas! Pero, siempre, más fuerte que una roca. Es, de verdad, de las personas más fuertes que he conocido en mi vida.

Sanchada en el Monasterio de Piedra, 17 de abril de 1997.

Hace ahora justo diez años, y organizado por sus directos, le montamos una fiesta de 80 cumpleaños en el Monasterio de Piedra que por poco nos cuesta un disgusto de lo emocionado que quedó. Pero qué va. Como un roble.

Para la ocasión de estos 90 también hubo amago de acto grandioso, pero alguien con dosis de sensatez dijo que "emociones, las justas". Así que no hace falta estar juntos para estar juntos. En aquella ocasión le hicimos un cartel titulado 'Todos Conrado' y a mí en ésta me hubiera gustado tener de fondo la banda sonora de 'El Padrino' porque siempre he sentido su perfume embriagador. Todos lo hemos sentido, creo, y tendría muchas cosas que decir de sus tropecientos hijos, nietos y bisnietos... y de quien ha sido su Consuelo. Pero hoy no.

Yo vivo porque mi tío Conrado hizo la guerra y mi padre, cuatro años menor, se empeñó en dormir con él para que le contara las aventuras de un alférez recién estampillado que regresaba a casa ese día, 5 de mayo de 1937, horas antes de que en la madrugada del 6 cayera una demoledora bomba sobre el domicilio familiar de Torrenueva 30, en Zaragoza, y el techo partiera en dos la cama en la que debía estar durmiendo mi capitán de quince años. O sea, volvemos a lo mismo, le debo la vida a tío... y a mi abuela Pilar que accedió a ese irresistible conchabeo fraternal.

Qué imprescindible es, el tío. Y, aunque suene mal en estos tiempos de penuria léxica, sigo diciendo con todo el corazón, stricto sensu, te quiero, tío.

sábado, 14 de abril de 2007

El capi

Fernando Reinlein, El capi, estaba condenado a ser vigilado ya desde sus tiempos de cadete en la Academia General Militar de Zaragoza, años 60. ¡A quién se le ocurre invitar a champán tal día como hoy a sus compañeros de mesa, a la vista de todos los mandos! Así, año tras año, se veía obligado a sacar su dni a los coroneles para enseñarles su fecha de nacimiento (Barcelona, 14 de abril de 1945) y convencerles de que celebraba su cumpleaños... y nada más.

Pero, claro, la cosa ya iba encaminada y terminó siendo uno de los umedos convencidos, lo que le llevó a la cárcel en 1976. Aunque solo fuera por eso, le admiro: hay mucho boquitas del yo haría y pocos machotes del yo hago. Su vocación militar nunca estuvo reñida con sus ideales de libertad y democracia.

Capeado el temporal, expulsado del Ejército, terminó de periodista, jó. Le conocí en 1988, cuando él era director adjunto de 'Diario 16' y yo director adjunto de Publicaciones de 'El Día de Baleares'. Nuestras dos empresas se disponían a iniciar la primera joint venture del periodismo español, casando un diario nacional con uno local, y Fernando y yo fuimos elegidos para conducir esa apasionante aventura loca. Metimos más horas que el reloj, allá en Palma, preparándolo todo: durante el día hacíamos el periódico de mañana y, de madrugada, ensayábamos los ceros (la canastilla) del que sería el nuevo 'El Día 16 de Baleares'.

Una de esas noches, zombi perdido por tanto trasiego, me puse inconscientemente a tocar con las palmas de la mano contra la mesa La Palillera, el sonido más emblemático de mis tambores de Calanda. Al poco me di cuenta de que, en la mesa de enfrente, este catalán derivado a madrileño me seguía el toque a la perfección, también inconscientemente. Pasado un minuto, los dos paramos, nos miramos y nos dijimos a la vez: "¿Y tú de qué te la sabes?". Y nos respondimos también al alimón: "De Calanda". Resulta que el tipo, animado por un amigo del Bajo Aragón, había ido una Semana Santa de hace tiempo y, emocionado y capturado por la percusión popular, repetía año tras año. A partir de entonces, claro, coincidimos allí, tocamos juntos (esta vez como Dios manda, con tambores) y nos hicimos más amigos.

A Fernando le debo mucho, muchísimo. En mis horas bajas me apadrinó, me ayudó a acomodarme en el staff de 'Diario 16', me propuso para montar y dirigir varios de los periódicos del 'Grupo 16' y me enseñó toneladas de vida. Yo intenté corresponderle como podía, corrigiéndole algún texto (el cabrito escribe bien, pero tenía una pequeña pelea con tildes y comas) y estando a su lado cuando aceptó a regañadientes el marrón de pilotar 'Diario 16' cuando ya tenía tres cuartas partes del casco bajo el agua. Pero, como buen capi, no soltó el timón, incluso después de que hasta la última rata hubiese abandonado el barco.

Ahora, que ya tiene restituido su honor militar y es teniente coronel en el retiro, vive tan bien que hace tiempo que no lo veo, aunque sí lo leo. Felicidades, compadre carrozón. Y a ver si de una vez me perdonas el que te hiciera subir a lo más alto de la Giralda, que ya han pasado años y, además, no era para tanto...

jueves, 12 de abril de 2007

Perder el juicio (parábola)

En medio del parque, sobre una mesa de obra junto al canal que atraviesa el merendero, dos compadres que matan la tarde a paseos vislumbran un buen trozo de algo. Una cuña de color indefinido, algo parecido a la grasa, al sebo; o sea, como de un blanco sucio o de un crema limpio (¿marfil?). El trozo, además, brilla con el último rayo que le pega de lleno. Ya no hay nadie más.
–Mira qué cacho de queso se han olvidado los domingueros de jueves –dice Compadre Uno mientras lo señala con la barbilla.
–Qué andas, eso no es queso, eso es un trozo de jabón que se han traído para lavar después de la merendola –le rebate Dos.
El siguiente rato (quién sabe si tres años y un mes) se lo pasaron al ping-pong del "es queso", "es jabón", "es queso", "es jabón"... hasta que Uno, harto, le dice:
–Vale ya, cabezón, te lo voy a probar. Me voy a comer un pedazo... [ñamñam] ¿Lo ves? ¡Es queso! Venga, come un trozo y me darás la razón.
–¡Pero si si es jabón! ¡Es jabón! Me pondré a morir...
–¿Pero tú ves que me haya pasado algo después de tragar, eh? ¿Te crees que me moriría por llevarte la contraria? Y vale ya: come de una vez.
El Dos, contra las cuerdas, lo muerde de mala gana. Mastica a cámara lenta y termina tragando con gestos teatreros.
–¿Y? ¿Qué me dices ahora? ¿A que es queso?
–Sí, sabe a queso... ¡Pero es jabón!

lunes, 9 de abril de 2007

La soledad no es esto

El lluvioso Domingo de Resurrección ha dejado paso a un Lunes de Pascua pacífico y sereno en el que hasta el camposanto en el que me encuentro está desierto de almas en cuerpo. Al atardecer, con el sol poniéndose, la resurrección es extraña en esta nada habitada. Estamos dos gatos (literalmente) y yo en medio de este crepúsculo. En tan desconcertante inmensidad me han venido a la mente los versos de María Ascensión Gasque Gracia (Calanda, 1854; Calatayud, 1900) en los que dejó escrito:
En la vereda sombría de un camino
cansado de pisadas extrañas
reposa, serena, mi alma.
El quejido de una rama
despierta a mi sueño,
que quemado florecía
en el suelo de una jaula.
Caminantes que pasaron
rieron al ver mi huerto
de flores gastadas
por el viento.
Llamé al agua despistada
que viniera a mojar
los pétalos de mis entrañas;
pero el agua pasó
y se fue a otras almas.
Lloré su ausencia
viendo mis rosales morir...
y mis lágrimas
los hicieron revivir.
Hoy, mis lágrimas se han vuelto de tristes a divertidas cuando en esa inmensidad del tú a tú, descansando junto a su hijo, le he recordado a Ángel la foto más divertida que tengo con él, en la Nochevieja de vete a saber qué año noventa. Te la dejo aquí, para que nos riamos todos.

viernes, 6 de abril de 2007

Calanda rompe la hora

Desde toda la vida, pero especialmente entre 1990 y 2005 en que lo hicimos de forma ininterrumpida, vamos cada Semana Santa a Calanda, la cuna bajoaragonesa de mis abuelos (maternos y paternos) y de mi madre. El año pasado faltamos por cuestiones laborales y éste por personales. Pero mi mente está esta mañana con ellos, con todos los calandinos, con toda mi familia y amigos.

Aunque no lo parezca, familia y amigos estamos en ese océano de túnicas y tambores, en 2005.

Allí, cuando el reloj del Ayuntamiento da la primera de sus doce campanadas de mediodía del Viernes Santo, se ‘rompe la hora’. En ese preciso momento, el sonido atronador y rítmico de miles de tambores y bombos (de 0 a 120 decibelios en un segundo) inunda la villa desde entonces y hasta las dos de la tarde del Sábado Santo.

Nadie sabe a ciencia cierta el origen de esta tradición. Las explicaciones sobre su origen van desde las puramente terrenales hasta las que añaden componentes espirituales y religiosos. Según las primeras, los bajoaragoneses conmemoran su salvación de la morisma en el año 1127, gracias al aviso que sobre su llegada hicieron los pastores, a golpe de pandero y de colina a colina, hasta llegar el sonido al pueblo, con tiempo suficiente para que sus habitantes se pusieran a salvo. El hecho de que estuvieran en ese momento en la iglesia, celebrando la Pascua, explicaría que cada Semana Santa se celebre con el toque salvador de los pastores.

Otra versión, transmitida de padres a hijos, se inclina por una lectura más piadosa de la tradición y habla de una tan respetuosa como sonora conmemoración de la muerte de Jesucristo, recordando con el estruendo de los tambores el mismo ruido que envolvió la colina del Calvario (Gólgota) en el momento de expirar el Hijo de Dios, con una sucesión de terremotos, desprendimiento de rocas y la rasgadura del velo del templo. Probablemente, la realidad se componga de fragmentos de ambas versiones.

:: BUÑUEL Y CALANDA ::

El 22 de febrero de 1900 nacía en Calanda un aragonés fundamental: Luis Buñuel. Gracias a las labores de difusión del genial cineasta, la tradición de centrar la celebración de la Semana Santa con un multitudinario toque de tambores y bombos es conocida en todo el mundo. Prueba de ello fue el protagonismo que los tambores de Calanda tuvieron en la Ceremonia de Apertura de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 y que fueron vistos y admirados por cientos de millones de personas en todo el mundo. La magia de esta tradición también quedó patente en la Gala del Centenario del Cine Español, en octubre de 1996.

El aura y el sonido de los tambores de Calanda han sido recogidos en multitud de muestras artísticas y populares. Los toques se escuchan en gran cantidad de bandas sonoras, y no sólo en las películas de Buñuel. Los documentales sobre esta liturgia se emiten año tras año por todas las cadenas de televisión y son numerosos los equipos que desde los países más impensables acuden a grabar cada Semana Santa.

Gracias al potochof, en 1996 "coincidimos" con Luis Buñuel.

En su libro de memorias ('Mi último suspiro', Plaza&Janés, 1982), Luis Buñuel dejó plasmadas algunas emociones íntimas y reflexiones personales sobre los tambores de su tierra natal:

...Es una ceremonia colectiva impresionante, cargada de una extraña emoción, que yo escuché por primera vez desde la cuna, a los dos meses de edad. Después, participé en ella en varias ocasiones (...), dando a conocer estos tambores a numerosos amigos que quedaron tan impresionados como yo. En 1980, durante mi último viaje a España, se reunió a varios invitados en un castillo medieval cercano a Madrid y se les ofreció la sorpresa de una alborada de tambores venidos especialmente de Calanda. (...) Todos dijeron haberse sentido conmovidos sin saber por qué. Cinco confesaron que incluso habían llorado.
Ignoro qué es lo que provoca esta emoción, comparable a la que a veces nace de la música. Sin duda se debe a las pulsaciones de un ritmo secreto que nos llega del exterior, produciéndonos un estremecimiento físico, exento de toda razón. (...) Yo utilicé ese redoble profundo e inolvidable en varias películas, especialmente en 'La Edad de Oro' y 'Nazarín' (...).
Los tambores, fenómeno asombroso, arrollador, cósmico, que roza el inconsciente colectivo, hace temblar el suelo bajo nuestros pies".
Como despedida de este melancólico recuerdo, os dejo con un toque de 2005. La espléndida cuadrilla está formada por un puñado de nosotros, ay.

miércoles, 4 de abril de 2007

Despedida con surubí

Dentro de un ratico, a las 4 de la madrugada (las 10 de la mañana en España), me vienen a buscar para llevarme al aeropuerto y comenzar mi tortuoso periplo mensual de regreso a casa, adonde llegaré, si Dios quiere, un día largo después. Ha sido el viaje más duro y triste de los que llevo haciendo al Paraguay desde noviembre de 2005. Qué impotencia he sentido –más de una lo sabe– por no estar en Pamplona con toda la familia y amigos en torno a Ángel.

Hoy martes (aquí sigue siendo martes, aunque el mensaje marque miércoles) he ido a comer con Óscar y con Armando a un lugar, a media hora de Asunción, cuyo nombre lo describe a la perfección: Remanso. Una pequeña 'playa' a orillas del río Paraguay donde un puñado de mujeres se gana la vida cocinando y vendiendo pescado. Allí, en lo que por otros lares llamaríamos chiringuito, hemos degustado todo tipo de peces. Y de mandioca, por supuesto. Qué inmenso, el Paraguay.

Tres encantadoras paraguayas sostienen, de izquierda a derecha, los tesoros del río Paraguay (al fondo): surubí, dorado y pacú.

El almuerzo ha sido como un broche de despedida, un intento de ambos por 'airearme'. Qué importante ha sido para mí el calor con el que los dos me han envuelto desde el domingo.

Hasta pronto, espero.

domingo, 1 de abril de 2007

Un auténtico Ángel

Maldita la gracia que me hace convertir este blog en un obituario. Maldita. Pero en algún sitio tengo que volcar las lágrimas, el dolor que me atraviesa a 9.497 kilómetros de donde Ángel nos ha dicho adiós en silencio, como si tuviera prisa por alcanzar a su hijo Javier y seguir pulseando a ver quién de los dos es más cabezón.

Acabo de hablar con Ana y estaba serena, increíblemente serena en su desolación. Ha acompañado a su padre en su última noche, en el hospital. No ha pegado ojo y, me dice, a las ocho de la mañana ha notado que el buen Ángel se empezaba a apagar. Ha llamado a Eneko y ha llegado a tiempo para ver, con ella, cómo su padre conciliaba el sueño eterno en el que se ha sumido tranquilo, sin sufrimiento.

Si alguien quiere saber quién era Ángel basta con que se acerque mañana, a las seis de la tarde, a la parroquia de San Miguel en Pamplona. Verá un templo a reventar de variopintas gentes: verá a quienes queden de su generación (1920) que son la historia imprescindible de la Pamplona ¿antigua?; verá a todo el gremio de relojería que le venera porque durante toda su vida fue de los pocos que sabía darle cuerda a las muñecas; verá al mundo pelotari porque sabe que él vibró como nadie con cada dejada al txoko; verá a todas las gamas generacionales que descubrieron lo mágico que encerraban sus caldicos en Iparla; verá a la Pamplona que pasea, que se enorgullece de todos sus vecinos porque son todos sus amigos.

Ángel era ‘Relojerena’ para su entorno social. Pero para nosotros siempre ha sido –Eneko dixit– ‘Angelino el Divino’ (pronúnciese Anyelino). Con un carácter de tres pares, de esos tajantes, el muy se derretía como una criatura con sus nietas; siempre fue capaz de hacer cualquier cosa, literalmente, por ellas. Y a nosotros, ¿que nos den? No. Estos últimos años, cuando ha estado mimado por Eneko y Ana, no paraba de dar las gracias, se le caía la fachada de hombre duro y reconocía el invaluable valor del amor. Vaya calor, vaya candor que nos ha irradiado.

A mí me consta, y me consuela a duras penas, que contribuí a su felicidad cuando en 1978 y en 1981 ayudé a introducir en su vida a Paula y a Berta.

Tengo muchos recuerdos de él, pero no quiero mojar en exceso este espacio. Sabe más de mí que yo mismo. Ahora seguiré yendo los fines de semana a verles, pero él no estará como acostumbraba, en la mesa camilla, con el dedico en el mando a distancia buscando el canal que televisa la final de parejas. Final de parejas… Amelia, mi amor, cuando llegue a Pamplona iré corriendo a verte, a besarte, a llorar contigo, pero sólo lo imprescindible. O sea, todo lo que nos dé la gana.