martes, 29 de mayo de 2007

El matamedios

Hugo Chávez es un loco con pistolas cargadas de petróleo. Está disfrutando en su papel de demagogo salvapatrias porque las negras tripas de su país mantienen a raya a todo vecino. Los venezolanos, mis queridos venezolanos, lo van a padecer per secula seculorum por mil razones, aunque la principal es porque ellos mismos son incapaces de ponerse de acuerdo y organizarse para derrotar en las urnas a semejante iluminado con los plomos fundidos.

En Venezuela, que ingresa por encima de los 30.000 millones de dólares anuales sólo con la exportación del petróleo, hay pobreza extrema, violencia extrema, muchos miles de niños sin escolarizar, barrios saturados de miseria y una sociedad que no sabe por dónde tirar. Este golpista que fue indultado, que se presentó después a presidente y ganó, que reformó todo a su antojo para mantenerse con los suyos en el pesebre, que salió reforzado de un misterioso golpe de Estado, es hoy el dueño y señor de un país repleto de buena gente, de buenos amigos.

Este país, tan querido por mí, tiene millones de asignaturas pendientes. Y seguirá así porque este señor, que ya desenfundó la pistola contra civiles cuando tuvo ocasión, sigue empeñado en pasar a la Historia. Con esa pistola, ahora, le ha dado un certero disparo en la nuca a la RCTV, la emisora decana. A este salvapatrias no le gustan las voces libres y cierra la televisión que le critica porque puede. Este charlatán, que confunde un programa de gobierno con uno de radio, no quiere que nadie le baile.

El que mata medios de comunicación está entre nosotros. Y nadie hace nada. Hasta la ONU le abre sus puertas. El sistema no funciona y él lo sabe; sabe que lo que manda es la plata, que a él le sobra. El megalómano charlatán se siente dios mientras el mundo calla y su pueblo se queda sin energía. Qué malos tiempos de liderazgo nos está tocando vivir.
[Si te apetece puedes leer mi crónica añeja y verás que cinco años después no hay nada nuevo bajo el sol. Qué triste es, a veces, tener razón.]

domingo, 27 de mayo de 2007

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Pasan los años, pero no quiero nada más.

jueves, 24 de mayo de 2007

El periodista honesto

Confieso que me alegré cuando conseguí que un periodista de verdad, un reportero sin fronteras como lo es Jon Sistiaga, se mojara y citara, aunque sutilmente, a presuntos colegas que viven más del circo que de la información. Ocurrió durante el encuentro que mantuvimos ayer en fcom con este gran profesional que ha visto lo que no quiero ni imaginar de los horrores de la guerra; la capacidad infinita del homo homini lupus en los cuatro puntos cardinales.

Y digo que me alegré no por ningún afán morboso, sino porque estábamos ante más de cien futuros periodistas y era, para mí, imprescindible que un veterano (pese a su juventud) que ha demostrado su integridad en mil campos de batalla les explicara la no tan delgada línea que separa al periodista responsable del periodista espectáculo.

Por desgracia, he conocido a más de uno de éstos, he trabajado con ellos pero, claro, nunca junto a ellos, porque mi aguante profesional ante situaciones violentas se colmó y desbordó durante un durísimo año en el que informé sobre las acciones terroristas desde un periódico de Bilbao, en una época en la que los asesinatos y atentados eran diarios. Reconozco que ver tiros en la nuca, cuerpos mutilados, familias reventadas, lágrimas de desesperación y gritos desgarradores me dejó al borde del tratamiento psicológico.

Quizás por ese recuerdo agradecí el que Jon reflexionara en voz alta sobre lo difícil que es conciliar sentimientos personales y profesionales. Jon decía que, si de verdad eres un periodista honesto, te tienes que emocionar con lo que ves para poder emocionar a la sociedad; una emoción que no obedece al sentimentalismo (ni mucho menos al sensacionalismo) sino al realismo. Qué gran verdad, pero qué difícil de llevar a cabo cuando eres testigo de la tragedia, de la injusticia y del horror mayúsculo.

El periodista espectáculo existe, lo sé, porque lo conozco. Pero necesitaba que alguien como Jon lo desenmascarara ante una audiencia tan importante. Y lo hizo: los autodenominados ‘reporteros de guerra’ –vaya cursilada pretenciosa– que son capaces de pagar un puñado de dólares a unos milicianos para que le peguen tiros a unos árboles y así poder grabar “en riguroso directo las encarnizadas batallas” enfocando a los aguerridos soldados pero no al blanco; los autodenominados ‘miembros de la tribu’ –vaya también– que escriben crónicas en primera persona aunque lo hacen encerrados en el hotel y de oídas; de los autodenominados ‘periodistas de trinchera’ que se manchan de barro en el charco más cercano antes de subir a la Redacción; y, el que es peor, y al que ahora soy yo al que denomino periodista canalla (o canalla a secas, para no ensuciar la profesión), que se dedica a copiar las crónicas sudadas por otros y firmadas con su nombre.

Ahora, gracias a internet y a casos como el de Jayson Blair, es más difícil robar el trabajo de otros. Pero en la Primera Guerra del Golfo, por ejemplo, era más difícil descubrir que la crónica aparecida en un diario madrileño y firmada por su enviado especial era idéntica a la publicada un día antes en un periódico de Conética. Bueno, idéntica no, claro, porque se había tomado la molestia de traducirla.

[Dedicado a los 81 periodistas que el año pasado murieron en zonas en conflicto cuando cumplían con su deber]

lunes, 21 de mayo de 2007

El patrimonio de la credibilidad

Lo prometido es deuda. Como anuncié en el texto anterior, ayer domingo apareció publicado, en las páginas de Opinión de Última Hora, un artículo firmado a cuatro manos por Armando y servidor, sobre la etapa que cerrábamos como asesores de su gran periódico y mejor equipo. El título era el mismo y ésta la parrafada:
Cuando en noviembre de 2005 aterrizamos por primera vez en Asunción lo hicimos con miedo. Con miedo justificado. Veníamos como consultores al diario Última Hora, con el cometido de ayudar a su relanzamiento como el periódico de calidad que el Paraguay necesitaba. Pero, desgraciadamente, no éramos los primeros asesores extranjeros que venían con esa misión; pocos años antes, un equipo de presuntos periodistas expertos había hecho tan “buen trabajo” que dejó a este diario al borde de su muerte. Literal.

Así que, con semejante precedente, ¿por qué deberíamos ser bienvenidos? Si el recibimiento hubiera sido hostil poco podríamos haber objetado. Pero, cosas de la bondad paraguaya, no solo no fuimos rechazados sino que al poco tiempo ya nos sentíamos parte del equipo. Desde aquel noviembre y hasta hoy hemos estado viajando casi todos los meses hasta acá. Y, ahora, damos por cerrada una etapa que juzgamos muy productiva en la que hemos trabajado no solo con los buenos profesionales del diario sino con las mejores personas. ¿Qué más se puede pedir?

Pues sí: se puede pedir más. Se debe pedir más. Durante este tiempo nos hemos esforzado, todos, por hacer un mejor periódico cada día. Un periódico que se alineara al lado del ciudadano y no del poder, un periódico repleto de buena información, planificada, donde primara la calidad sobre la cantidad. Un diario volcado en contarle todo lo que necesita saber, pero que además le ofrece contenidos de servicio y utilidad.

Hoy, año y medio después de aquel primer aterrizaje, podemos afirmar con rotundidad que este periódico ha multiplicado el principal patrimonio al que debe aspirar todo medio de comunicación: su credibilidad. Y a ella sólo es posible llegar por el camino de la calidad informativa, de la seriedad (que no aburrimiento) en el tratamiento de las notas, del rigor en todas y cada una de sus páginas, del respeto profundo por los derechos de las personas. Del convencimiento, en suma, de que el periodismo es exclusivamente servicio a la sociedad y no un coto cerrado utilizado para satisfacer intereses bastardos.

Y así lo entendieron, desde el principio, los responsables de la empresa y de la Redacción. Hoy, este periódico es creíble porque no esconde intereses que no sean los sociales, que basa su información en los datos y no en las opiniones, que cada día está mejor escrito. Este periódico, afortunado lector, está obsesionado con usted, y por eso va a seguir mejorando. El equipo profesional es, sencillamente, extraordinario. Tan extraordinario que ya está preparando excelentes sorpresas para que usted siga confiando en él. Esto no ha hecho más que empezar, porque Última Hora tiene la obsesión de convertirse en imprescindible.
Paco Sancho, periodista español y Armando Mendes, periodista brasileño, miembros de DiFranco Consultoría de Medios.

sábado, 19 de mayo de 2007

Adiós con el corazón

Dentro de un poco nos vamos a cenar a casa de Óscar (aquí son seis horas menos que en España). Todo el equipo de Última Hora nos ha montado una fiesta a mi compadre Armando y a mí a base de asado y, claro, surubí, para despedirnos. Después de año y medio viniendo todos los meses a Asunción, cerramos una etapa porque ya parece que planean solos y mejor.

Me queda en el corazón ese sentimiento encontrado de alivio, porque han sido muchos viajes en poco tiempo, y tristeza, por dejar de ver a un montón de gente maravillosa. Ha sido una experiencia gratificante al cien por cien. Hemos trabajado a tope pero también hemos charlado, comido, bebido y reído. Como debe ser. O sea, nos hemos conocido.

Sobre el trabajo que hemos hecho, este domingo publicaremos los dos un artículo en las páginas de ÚH hablando de ello. Para no romper la ‘exclusiva’, jeje, todavía no lo dejo aquí. A ver si el domingo, ya de regreso en Pamplona, lo cuelgo en este rinconcito (pero no es gran cosa, que nadie se emocione).

Como cierre de este capítulo de consultoría, el jueves nos encerramos con todo el staff del periódico en un salón de hotel, desde las 7:30 de la mañana y hasta las 16:00 (que se dice pronto) para repasar a fondo lo mejor y lo mejorable. Sesión agotadora pero muy productiva. Os dejo con la foto que nos hicimos al final (falta algún asistente, pero son todos los que están).

UN PUÑADO DE AMIGOS. De izquierda a derecha, sentados: Richard, editor de ÚH Digital; Paco, el español; Gloria, editora de Noticias de Apertura; Estela, editora de Política; Jorge, jefe de Fotografía. De pie: Rodney, jefe de Sucesos; Miguel, editor de Noticias de Cierre; Rodolfo, editor de Deportes; Roque, editor de Economía; Marcelo, jefe de Diseño; Miriam, editora de Artes y Espectáculos; Mario Rubén, editor de Opinión; Armando, el brasileiro; Gustavo, editor de Suplementos; y Óscar, el gran jefe. Os echaré de menos.

jueves, 17 de mayo de 2007

Día (y Noche) de Internet

Día de Internet, 17 de mayo, en muchos países. Pero también Noche de Internet, en otros. Mientras en España utiliza la red aproximadamente la mitad de la población, en el Paraguay, país que me acoge esta semana, apenas llega al 3 por 100; mientras España ocupa el puesto 32 en el ranking mundial, Paraguay está en el 114... de un total de 122: sólo están peor que aquí en Mozambique, Lesotho, Zimbabwe, Bangladesh, Etiopía, Angola, Burundi y Chad.

¿Y qué hace el Gobierno paraguayo para remediar la situación? Nada. O, peor, poner todas las zancadillas posibles para el desarrollo de la sociedad de la información. Internet, aquí, es un monopolio del Ejecutivo que se niega a liberalizar para asegurarse de que los dólares siguen fluyendo al bolsillo de siempre. Internet, aquí, es carísimo y lentísimo. La compañía que explota (en todas las acepciones) el servicio controla también el tremendo negocio de la telefonía internacional, de modo que los miles de desheredados que emigraron por su culpa ahora, encima, les llenan las arcas cada vez que quieren besar a mamá a diez mil kilómetros.

Que las nuevas tecnologías podrían ahondar una brecha ya de por sí profunda entre el primer y el tercer mundo era un miedo multicompartido. Pero, probablemente, nadie contaba con la imprescindible colaboración de unos políticos a los que les importa tanto el progreso de su país como el bienestar de sus habitantes, o sea, cero patatero.

Pero en medio de este devastador panorama siempre surgen los tozudos, en este caso mis bravos periodistas de Última Hora quienes, contra viento, marea y todo tipo de trabas, pusieron en marcha el nuevo portal digital a principios de año, en una aventura profesional en la que tuve la suerte y el honor de participar.

Así que, a pesar de todos los pesares, la cosa funciona. Os dejo como cierre las cifras de visitas y páginas vistas, el crecimiento espectacular conseguido en un año. A un pueblo que empuja no hay Gobierno que lo frene.

sábado, 12 de mayo de 2007

La balacera

Hace hoy una semana que seis presuntos delincuentes paraguayos murieron acribillados. Fue en un enfrentamiento con fuerzas policiales en Minga Guazú, Alto Paraná. La versión oficial habla de un operativo montado desde hace más de un mes en busca de los secuestradores de un empresario japonés y su secretaria, amén de un policía y su novia (que estaban en el lugar equivocado en el momento equivocado), todos ellos liberados tras el correspondiente paso por taquilla.

La operación policial, desde el primer momento, estuvo salpicada de interrogantes, y ya no solo por la versión oficial (una acción legal y limpia contra el crimen), sino por los tozudos hechos. De entrada, el jefe del operativo era... el fiscal que instruía el caso. Se ve que a Rogelio Ortúzar se le quedaba pequeño el despacho y comandó las fuerzas policiales, pertrechado de uniforme de camuflaje, chaleco antibalas, metralleta y pistola. Se vanaglorió por ser de los primeros en cercar la casa de los forajidos, esquivar a lo matrix algún disparo y ametrallar con su adrenalina de plomo a los malhechores.

En una sociedad necesitada de seguridad, el visceral sentimiento es el del aplauso general ya que, no importa cómo, lo importante es acabar con los malos. Pero...

...Pero afortunadamente en este país quedan imprescindibles guardianes de la libertad y de la justicia, como es el caso de mis admirados periodistas de Última Hora, quienes trajeron desde el primer momento pruebas de la escabechina perpetrada en nombre de la seguridad ciudadana, con algunos datos que pueden ayudar a mi lector a pensar que lo ocurrido nada tiene que ver con un Estado de Derecho. Como hoy lo escribe nuestro excelente columnista Alfredo Boccia Paz, me ahorro las palabras. Dice:
Según la versión oficial, luego de dos enfrentamientos en los que hubo una balacera infernal, la Policía abatió a seis integrantes de una banda de secuestradores. El éxito del operativo fue celebrado por todas las cabezas de las fuerzas de seguridad. Y la población sintió alivio al saber que había seis bandidos menos. Todo estaría bien si no fuera por algunos detalles molestos. Que la prensa se vio obligada a exponer, pese al riesgo de quedar como defensora de la delincuencia. Fue así como nos enteramos de que el relato del fiscal no coincidía con el de la Policía. Que uno de los muertos había predicho su muerte por radio días antes. Que, pese a los seis fallecidos, los billetes del rescate no aparecieron. Que todos murieron y nadie quedó simplemente herido. Que entre los secuestradores abatidos había un chico de 16 años. Y una mujer sin antecedentes, que había llegado de la Argentina el día anterior. Y que, pese a ser zurda, sostenía un revólver con la mano derecha. Que todos los cuerpos cayeron alrededor de la casa. Que ninguno de ellos, por lo visto, intentó defenderse desde adentro. Que algunos de los muertos parecían tener claros rastros de tortura. Que, pese a la balacera, quedaron muy pocas marcas en las paredes de la casa. Que en Alto Paraná se habla de la protección brindada por los jefes policiales a los secuestradores.

Por nuestra denuncia periodística, el Poder Judicial parece que va a actuar... aunque acá son pocos los que creen en su eficacia. El fiscal Ortúzar, parece ser, tendrá una reprimenda pero nadie se atreverá a quitarle su reality Play Station Kill Bads, nadie profundizará en qué ha ocurrido, los políticos mirarán para otro lado (o sea, al suyo) y a la sociedad paraguaya le dejarán, una vez más, indefensa. Sin argumentos que le convenzan de la necesaria separación de responsabilidades, de que el crimen sólo tiene una definición.

Y lo que es peor: cuando una sociedad se consuela diciendo que "menos mal que tenemos a la prensa" es que todo lo demás, absolutamente todo lo demás, falla. Porque cuando una sociedad cree que la prensa le salvará es que está, indefectiblemente, perdida.

miércoles, 9 de mayo de 2007

¿Cómo me encuentran?

Resulta que cuando resucité este rincón, hará tres meses, uno de los chismes que le introduje fue el de Google Analytics, que es uno de los mil radares con los que el genuino Big Brother nos echa la carnaza para sentirnos libres y conocedores, cuando en realidad nos está pescando de una forma más tonta que a mi adorado surubí.

Bueno, a lo que vamos. Google Analytics, para quien no lo sepa, es el contador de visitas de tu web, que te chiva no sólo cuánta gente viene a leerte sino detalles tan escabrosos como desde dónde, cuánto tiempo, número de páginas y demás detalles que arruinan la razón de ser de los hipotéticos. Yo lo puse no por afán de sentirme arrasador (para luego lo pongo, si es por eso) sino, para qué vamos a engañarnos, por pura curiosidad. Sobre todo, ¿cuántos me leen y desde dónde me leen?, en el supuesto de que alguien me leyese desde algún lugar.

Pues sí, me leen, me leéis. Uno de los chivatazos que da esta herramienta es que te dice cómo y por dónde han llegado a tu rincón, qué palabras le han introducido al buscador. Por ejemplo, veo a quienes han llegado de forma directa (“el rincón de pacotto”) o por palabras muy relacionadas con el sitio (rincón, pacotto, sancho) o por intuición (blog de sancho, pacosancho)…

Y, luego, están los que me fascinan. Los que han llegado metiéndole a Google BB expresiones de campeonato. Voy a publicar algunas de ellas, dejando bien claro que las transcribo, en negrita, tal y como fueron introducidas en el buscador de GBB, respetando mayúsculas, ortografía o comillas. Y, añado, sólo hago una selección de las socialmente correctas porque, válgame Dios, qué capacidad de bestialidades es capaz de buscar un ser humano en la red.

Mi favorita es la del que me encontró cuando buscaba SITIOS PARA HACER COSTILLADAS EN BARCELONA porque, a la vista está, está íntimamente relacionada con la razón de ser de este lugar. Pero, por lo menos, da idea de lo que busca, no como el que dice costilladas, a palo seco, que a saber si busca a Adán o a Eva. Al primero, si supiera quién es, le pondría en contacto con el interesado en rampas de circuitos para hacer canicas fotos, porque seguro que hacen cuadrilla.

Aunque, de todas formas, y a saber por qué, la poesía envuelve el rincón. Hay mucho romántico que pide PALABRAS QUE RIMEN CON PISCINA o PALABRAS QUE RIMEN CON ANTONIO o palabras que rimen con pablo, lo que me hace llegar a pensar que son ellas (o no) las que quieren enamorar al escurridizo (excepto a Piscino, obvio); aunque hay otro enigmático: palabras que rimen con santa. Un fulano, sin embargo, va al grano: odas en prosa, con dos. Su primo, por lo que se intuye, ha oído campanas pero no sabe dónde: trueno barreno, mientras otro busca a su enigmático amor: mi muya… pero alguien parece contestarle: no sea tonto.

El amor inunda este rincón. Me hace feliz. Ha llegado hasta él un mensaje de quien proclama al Gran Buscador MI VIDA ME HAS HECHO MUCHA FALTA y muchos más de otro, que van en busca de fotos gente bella, que quiero creer que buscan lo que quiero creer que están buscando. Porque alguien debe estar muy seguro de lo que busca si quiere “bella al 2020” , digo, o por lo menos que nos lo explique. Y, desde luego, otro alguien perseguía a mi chica: FOTO ANA BELLA. Pero la gente es buena, en serio, y además agradecida: gracias por recordarte de mí. Qué tierno, ¿no? Y algún sociólogo, quizás deseoso de sorprender a su entorno, se interesaba por saber origenes de la tradicion de los quince años en las niñas, si bien a éste me atrevo a responderle: el origen se produjo quince años y nueve meses antes, cuando sus padres se quisieron. Pero más inquieto me dejó el interesado en HACER A LOS QUE TE HAN QUERIDO porque no queda nada claro qué quiere hacerles…

Y luego, tras el amor, vienen los que deben tener algún problema serio; ¿qué remedio estaría buscando alguien que quiere saber daños persona sufra mendigue? Pero, de verdad, el que me da más pena es el desesperado que busca información sobre consecuencias perdigón hígado perro. Hombre, hijo, en esto no soy especialista pero me imagino que, de entrada, tiene que doler lo suyo; yo que tú, más que buscar por internet, saldría a toda leche a por un veterinario. Y deja de enredar con la carabina en casa, carajo, porque son JUEGOS PELIGROSOS. Por eso, menos mal, hay un sensato que no se quiere hacer daño y para ello indaga el calentamiento para sky. Pero otro, que no lo debió ser tanto, anda a la caza de TIENDAS DE ZAPATOS ORTOPÉDICOS.

Lo que no me termino de explicar es lo encandilado que está el personal con la porquería. Ha sido un montón el que buscaba EL BASURERO, el basurero, y otro más despistado (o ricachón) quería saber, sin tilde, que es el basurero. Se ve que el urbanismo tira. Uno escribió, a secas, ladrillo; pero otro iba a lo que iba: documentacion de despacho de ladrillos (aquí no haré comentarios porque son demasiado obvios) y un alter quería fotografias cubierta plana.

Frente a esa inexplicable curiosidad surgen verdaderos amantes del conocimiento, gentes que quieren noticias del extrangero o saber la guerra del paraguay en 1865 y 1870 que consecuencias le trago. Bien. Es muy importante saber Historia para aprender de ella. Ya saben: “Los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla”; por eso, a lo mejor, hubo quien buscaba la piedra filosofal: nomina de dioses que lucharon por el medio ambiente.

Bueno, vamos terminando, porque si no esto se hace eterno. Cierro la cosa con la publicidad porque es, con los lectores, el sustento de mi profesión. Y aquí es donde se demuestra la grandeza del cerebro humano: capaz de ir de lo más concreto (anuncio del empleada del hogar en avila en marzo 2007) a lo mundial (anuncios esporadicos en pamplona).

(Si alguien no me cree, lo que es muy probable, que le meta a Google cualquiera de las negritas y comprobará que, más temprano que tarde, le dará una referencia a este rincón).

sábado, 5 de mayo de 2007

Cosecha del 07

De la variedad Tempranillo con dejes asilvestrados. Aunque es excelente, necesita madurar en salas convenientemente aireadas junto a añadas recias en las que la madera se hace sentir. Es una cosecha que precisa consumidores exigentes porque está limitada a cien unidades más o menos, etiquetadas y numeradas, cada una con su respectiva e irrepetible denominación de origen.

Ya desde que esta recolección comenzó a sudar, septiembre 2003, se adivinaba su pura cepa. En la fase del estrujado de virtudes comenzaron a aflorar sus inquietudes y a fermentar con esa paciencia que da el tiempo. Sus etapas de madurez se fueron sucediendo como preveían los cosecheros: primero, cierto deseo de pertenecer a una clase irrepetible; segundo, dudar de su futuro en tan extraño proceso; tercero, centrarse en sus esencias; y cuarto, encontrar y explotar su buqué.

Hoy, la cosecha del 07 ya está siendo probada y admirada, porque en ese proceso permitió que fuera degustada a sorbos. Lo suficiente para adivinar que deja un sabor de juventud con aromas de su esencia y promesas de las maravillas que va a traer a quienes tengan la fortuna de tenerla a diario en su vida; que procede de buena cuna y quiere satisfacer a todos los paladares; que tiene caché pero no soberbia ni, mucho menos, precio. Porque sabe que su crianza es un privilegio al que debe responder con tremenda responsabilidad y cero grados de orgullo o acidez.

Esta tarde se ha licenciado mi cosecha del 07, mis cien periodistas de fcom. Y a esta hora espero que se estén descorchando, porque se lo merecen. Enhorabuena.

jueves, 3 de mayo de 2007

Sin pasión no hay compasión

El periodismo, qué tópico, está en la sangre. Pero es verdad. Hoy nos decía Álex Grijelmo, presidente de la agencia Efe, que "en el periodismo se está perdiendo la compasión". ¿Pero es que alguna vez la tuvimos? ¿No hemos pecado durante demasiado tiempo de altivez? Lo que el periodismo está perdiendo, para mí, es la pasión, sin com. Pasión por ser el verdadero servidor público para el que nos comprometimos y que más de uno viola con un Juramento Hipócrita.

Estamos dos días hablando de periodismo local pero que si quieres arroz. Los lectores se nos escurren entre los dedos. Vamos a reflexionar sobre el tema y llegan dos superreporteros de El País para contarnos cómo se hicieron pasar por minusválidos o mendigos, que es exactamente lo que hacían mis alumnos (sobre todo alumnas) de 3º en sus prácticas de Periodismo Especializado. Vienen jefes de Redacción de variopintos medios y lloran porque los chicos no salen formados como debieran de la uni, y que ellos no están para formar a los futuros/maduros profesionales, porque ya tienen bastante cuadrando la planilla de libranzas.

Yo aprendí en la Universidad, y mucho, hasta donde me permitía este cerebro de chorlito. Pero aprendí mucho más, por supuesto, cuando me sumergí en las Redacciones y tuve la suerte de toparme con viejos lobos que me enseñaron lo nunca escrito. Lo que yo tenía, y tengo, es pasión irracional por el periodismo. Y ganas de aprender, siempre. Pero ahora, por lo visto, no. En el mundo del usar y tirar lo que demasiados jefes quieren son franquicias universitarias, escultoras de periodistas muy bien peinadicos que, recién llegados a la Redacción, sean capaces de analizar la coyuntura de la OPA de Endesa, con sus pros y sus contras. O sea, que termino Derecho y mi primer bufete me encarga la defensa del asesino en serie; termino Medicina y me encargan una operación de corazón a vida o muerte. Joer, qué tiempos. Y qué desorientación.

El periodista, el verdadero, nace ese trágico día en el que las hormonas de la adolescencia le dicen "hala, a comunicar". Y ya no muere hasta que se muere. Durante el resto de su existencia le acompañarán las ideas, las incongruencias, las alegrías, los lloros, las dudas existenciales, la responsabilidad, el compromiso. Pero, sobre todo, le acompañarán la curiosidad y las ganas de aprender. Y, que yo sepa, para aprender es imprescindible que haya alguien dispuesto a enseñar con, por lo menos, la misma pasión del que está ansioso por recibir. Me suena que a lo que ambos les une es una cosa que en aquellos tiempos se llamaba vocación.