viernes, 31 de agosto de 2007

El verano, asesinado

¿Qué rematan por tres euros? ¿Cómo te rematan por tres euros: con un maniquiazo en la testa? Foto: Ana y Paco Sancho.

Por si alguien lo dudaba: el comercio es agresivo de narices y se vale de la terminología violenta para convencernos de que quememos la visa en sus trincheras de corte británico. Ya no es sólo la subliminal ‘liquidación’ calabresa de una cazadora de piel para compensar que su precio se ha disparado sino que, llegado el caso, se remata para que pueda avanzar el otoño. Si en la guerra hay bajas, pues aquí rebajas. El caso es dejarnos con las vergüenzas al aire.

En cuestión de ropa, por lo menos, las tiendas son batallones de un mismo ejército con un único proveedor de munición. Mi teoría es que si una noche vas al centro comercial (de negro riguroso, con pasamontañas) e intercambias los letreros y etiquetas entre los zaras, hacheyemes, bershkas et. al. no se da cuenta ni blas. A las comprodependientes siempre les oigo cosas parecidas: “Qué falda tan mona; ¿dónde te las has comprado?”. O sea, que se trata de identificar el local (quinto a la derecha) porque la experta no sabría reconocer si es de Stradivarius o qué.

Y cierro con mi reconocida ignorancia. Nunca he entendido las rebajas, las del cartelito con el Antes: 250 €. Ahora: 170 € porque, si ahora son 170, doy por sentado que es su precio justo; entonces, ¿por qué antes fueron 250? Suena a atraco. Pero mis palabras son pólvora mojada. En el día de hoy, cautivo y desplumado el comprador flojo, han alcanzado las lonjas nacionales sus últimos objetivos comerciales. La rebaja ha terminado.

viernes, 17 de agosto de 2007

Escalar

El tipo de la guía dice que si nos quedan fuerzas podemos completar la jornada con la subida al Pic des Moines (2.349 metros). Lo dice porque en esa tesitura nos encontramos al llegar al Collado del mismo nombre (2.162), después de tres horas y media de subibajas (más subi que bajas) por toda la cresta fronteriza hispanofrancesa.

Pero es una excursión fantástica; algo rompepiernas, pero cuál no. Sólo por las vistas al Parque Nacional francés –presidido por el omnipresente Midi d’Osseau–, a todo el Valle de Astún, a la estación de Candanchú y su cadena montañosa donde manda el Aspe, a los ibones de Escalar y de Truchas… merece la pena.

Sombras y luces: paraíso por los cuatro costados en apenas un tictac.
Para los que quieran y no sepan, no tiene pérdida: el crucero lo iniciamos desde la estación de Astún (1.700), ascendiendo hacia el norte por un camino que nace donde el telesilla de Truchas. Después de un par de lazadas –como dicen los profesionales–, el camino desaparece justo donde un depósito de agua, pero se sigue hacia arriba por un sendero bien marcado por las laderas llamadas Los Llanos del Sol. Tras un ratito (ratito aquí, junto al ordenata, porque allá es un ratazo…) se alcanza una pared de zigzag que, superada, nos deja –sin aliento– en el ibón de Escalar (2.078). Desde allí, hacia el noreste, alcanzamos sin esfuerzo el ibón de Truchas (donde termina el telesilla) y algo después el Collado de Astún (2.180), lugar en que se descubre la vertiente gala de los Pirineos, con su majestad el Midi. Ahora se trata de crestear de este a oeste durante una hora hasta el Col des Moines, donde nace el pico del susodicho guía.

Y a fe que lo intenté, casi hasta la cumbre, pero la última lazada era literalmente de vértigo –subida a cuatro patas– y aquí el machote se rajó; no era una problema de fuerzas, por otro lado justas, sino de canguelo vertigoide: fotos y para abajo, escarabajo, mientras por fin entiendo lo de que los frailes le den nombre a collado y pico: fortaleza franciscana se necesita para la escalada.

Me he tropezado con tropecientos terneros y una treintena de caballos, manejados y controlados todos ellos con indescriptible maestría por un solo perro pastor que debía ser de los frailes: sabía latín.

Como casi siempre, os dejamos algunas fotos en Flickr.

martes, 14 de agosto de 2007

Fuente del menda

Un paco es, en fabla aragonesa, una ladera umbría de montaña, donde los rayos del sol apenas llegan. Los pacos son lo contrario de las solanas, las vertientes orientadas al este y mediodía, donde el astro rey es más que generoso. Así que los pacos somos pero que muy apreciados en verano, cuando las sombras son alternativa o complemento a los madrugones para darse caminatas sin morir asfixiados. Y más queridos, si cabe, cuando el machacado caminante adivina un letrero que le anuncia la proximididad de una fuente del paco, sinónimo de manantial de agua fresca por venir de profunda oscuridad.

La Fuente del Paco, como nombre propio, está encima de Villanúa (Valle del Aragón), a la que se llega después de subir por pacos durante 50 o 60 minutos, dependiendo el crono de las cajetillas diarias de cada cual; nosotros, claro, fuimos de los de 65. Hay algunas rampas algo potentes pero casi todo el sendero es llevadero y agradable; en total, un aceptable desnivel de 290 metros, hasta alcanzar los 1.220.

Ana, a la sombra de la fuente del paco.

Buenas vistas, buenas aguas (dicen que hasta curativas) y un entorno de abetal conocido como ‘la Selva de Villanúa’, de donde los lugareños se hacían con una madera de extraordinaria calidad, sustento del pueblo durante generaciones. Del abeto, además, se extraía la trementina o ‘aceite de abeto’, utilizado hasta principios del siglo XX para la obtención de gran número de ungüentos.

Acción (arriba) y efecto (abajo).
El descenso, aunque con rodeo, merece hacerlo por la pista de la Trapa, muy suave y perfecta para otear todo el cañón del inicio del Valle del Aragón.

Hemos dejado un álbum en Flickr.

viernes, 10 de agosto de 2007

San Juan de la Peña

(Clic a la foto para verla más grande). Foto: Ana y Paco Sancho.

Cuenta la leyenda (una de esas que merecería ser verdad) que, una mañana del año 732, el joven cazador zaragozano Voto iba a galope tendido tras un venado por el espeso monte Pano, en la Jacetania, cuando vio que se dirigía hacia el borde abismal de una gran roca. Sin tiempo material para detener a su montura, al joven cristiano sólo se le ocurrió encomendarse a San Juan, momento en el que el caballo frenó en seco, salvándole de una muerte segura. Con los pies en el suelo pero con el susto aún en el cuerpo, Voto escudriñó el lugar y descendió hasta encontrar, bajo el impresionante peñasco, “una gruta convertida en humilde santuario dedicado al Bautista, en el que yacía, incorrupto, el cuerpo muerto del ermitaño, cuyo nombre, ‘Juan de Atarés’, figuraba escrito en las losas; este hecho le impulsó a adoptar la vida eremítica junto con su hermano Félix” (Santiago Broto, en ‘El Pirineo Aragonés’). El santuario fue creciendo hasta convertirse en una joya única del románico aragonés, cuya vista y visita impresiona y emociona.

En la planicie superior al monasterio viejo, por la que Voto debió aproximarse y hoy conocida como pradera de San Ildefonso, se encuentra el monasterio nuevo de San Juan de la Peña, construido entre 1675 y 1714, que ha sufrido en sus casi tres siglos de existencia todo tipo de incendios y saqueos. Afortunadamente, el santuario acaba de ser recuperado, y a fe que será amortizado pronto a tenor de los precios por visitarlo o por recuperar fuerzas en su cafetería.

El Pirineo occidental, a vista de buitre desde el pico de San Salvador. Foto: Ana y Paco Sancho.

Pero menudencias aparte, el entorno es de los de no cansar. Nosotros nos hemos dado una caminata desde el monasterio nuevo hasta el pico y ermita de San Salvador que, aunque no está a mucha altura (1.546 metros), ofrece unas vistas espectaculares sobre el Pirineo occidental con todo tipo de bichos (águilas, buitres y quebrantahuesos) surcando el cielo porque allí, en los cortados picos de roca, tienen sus nidos y su tranquilidad.

Para los que lo deseen, hemos dejado unas pocas fotos en un álbum en Flickr.