Un paco es, en fabla aragonesa, una ladera umbría de montaña, donde los rayos del sol apenas llegan. Los pacos son lo contrario de las solanas, las vertientes orientadas al este y mediodía, donde el astro rey es más que generoso. Así que los pacos somos pero que muy apreciados en verano, cuando las sombras son alternativa o complemento a los madrugones para darse caminatas sin morir asfixiados. Y más queridos, si cabe, cuando el machacado caminante adivina un letrero que le anuncia la proximididad de una fuente del paco, sinónimo de manantial de agua fresca por venir de profunda oscuridad.
La Fuente del Paco, como nombre propio, está encima de Villanúa (Valle del Aragón), a la que se llega después de subir por pacos durante 50 o 60 minutos, dependiendo el crono de las cajetillas diarias de cada cual; nosotros, claro, fuimos de los de 65. Hay algunas rampas algo potentes pero casi todo el sendero es llevadero y agradable; en total, un aceptable desnivel de 290 metros, hasta alcanzar los 1.220.
Ana, a la sombra de la fuente del paco.
Buenas vistas, buenas aguas (dicen que hasta curativas) y un entorno de abetal conocido como ‘la Selva de Villanúa’, de donde los lugareños se hacían con una madera de extraordinaria calidad, sustento del pueblo durante generaciones. Del abeto, además, se extraía la trementina o ‘aceite de abeto’, utilizado hasta principios del siglo XX para la obtención de gran número de ungüentos.
Acción (arriba) y efecto (abajo).
El descenso, aunque con rodeo, merece hacerlo por la pista de la Trapa, muy suave y perfecta para otear todo el cañón del inicio del Valle del Aragón.
Hemos dejado un álbum en Flickr.
1 comentario:
Yo este año me he perdido el maravilloso Pirineo aragonés. Snifes. Yo asciendo y descendo por las calles asfaltadas. Tambien tiene su aquel.
La verdad es que Ana y tu haceis fotos bonitas. Besolos.
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