Fernando Reinlein, El capi, estaba condenado a ser vigilado ya desde sus tiempos de cadete en la Academia General Militar de Zaragoza, años 60. ¡A quién se le ocurre invitar a champán tal día como hoy a sus compañeros de mesa, a la vista de todos los mandos! Así, año tras año, se veía obligado a sacar su dni a los coroneles para enseñarles su fecha de nacimiento (Barcelona, 14 de abril de 1945) y convencerles de que celebraba su cumpleaños... y nada más.
Pero, claro, la cosa ya iba encaminada y terminó siendo uno de los umedos convencidos, lo que le llevó a la cárcel en 1976. Aunque solo fuera por eso, le admiro: hay mucho boquitas del yo haría y pocos machotes del yo hago. Su vocación militar nunca estuvo reñida con sus ideales de libertad y democracia.
Capeado el temporal, expulsado del Ejército, terminó de periodista, jó. Le conocí en 1988, cuando él era director adjunto de 'Diario 16' y yo director adjunto de Publicaciones de 'El Día de Baleares'. Nuestras dos empresas se disponían a iniciar la primera joint venture del periodismo español, casando un diario nacional con uno local, y Fernando y yo fuimos elegidos para conducir esa apasionante aventura loca. Metimos más horas que el reloj, allá en Palma, preparándolo todo: durante el día hacíamos el periódico de mañana y, de madrugada, ensayábamos los ceros (la canastilla) del que sería el nuevo 'El Día 16 de Baleares'.
Una de esas noches, zombi perdido por tanto trasiego, me puse inconscientemente a tocar con las palmas de la mano contra la mesa La Palillera, el sonido más emblemático de mis tambores de Calanda. Al poco me di cuenta de que, en la mesa de enfrente, este catalán derivado a madrileño me seguía el toque a la perfección, también inconscientemente. Pasado un minuto, los dos paramos, nos miramos y nos dijimos a la vez: "¿Y tú de qué te la sabes?". Y nos respondimos también al alimón: "De Calanda". Resulta que el tipo, animado por un amigo del Bajo Aragón, había ido una Semana Santa de hace tiempo y, emocionado y capturado por la percusión popular, repetía año tras año. A partir de entonces, claro, coincidimos allí, tocamos juntos (esta vez como Dios manda, con tambores) y nos hicimos más amigos.
A Fernando le debo mucho, muchísimo. En mis horas bajas me apadrinó, me ayudó a acomodarme en el staff de 'Diario 16', me propuso para montar y dirigir varios de los periódicos del 'Grupo 16' y me enseñó toneladas de vida. Yo intenté corresponderle como podía, corrigiéndole algún texto (el cabrito escribe bien, pero tenía una pequeña pelea con tildes y comas) y estando a su lado cuando aceptó a regañadientes el marrón de pilotar 'Diario 16' cuando ya tenía tres cuartas partes del casco bajo el agua. Pero, como buen capi, no soltó el timón, incluso después de que hasta la última rata hubiese abandonado el barco.
Ahora, que ya tiene restituido su honor militar y es teniente coronel en el retiro, vive tan bien que hace tiempo que no lo veo, aunque sí lo leo. Felicidades, compadre carrozón. Y a ver si de una vez me perdonas el que te hiciera subir a lo más alto de la Giralda, que ya han pasado años y, además, no era para tanto...
2 comentarios:
Buenos días, comandante en jefe, Paco (don Francisco suena a épocas oscuras), le deseo un buen inicio de semana. Muy bonito su homenaje Fernando Reinlein. Por cierto, totalmente de acuerdo con su parábola del queso.
Pues resulta que no lo he visto hasta hoy y porque me lo ha enviado un amigo. Gracias Paco, por tu original y sentida felicitación.
Por cierto, mi mail es freinlein@miliciaydemocracia.com. Dime alguna cosa.
El capi
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