Dentro de un ratico, a las 4 de la madrugada (las 10 de la mañana en España), me vienen a buscar para llevarme al aeropuerto y comenzar mi tortuoso periplo mensual de regreso a casa, adonde llegaré, si Dios quiere, un día largo después. Ha sido el viaje más duro y triste de los que llevo haciendo al Paraguay desde noviembre de 2005. Qué impotencia he sentido –más de una lo sabe– por no estar en Pamplona con toda la familia y amigos en torno a Ángel.
Hoy martes (aquí sigue siendo martes, aunque el mensaje marque miércoles) he ido a comer con Óscar y con Armando a un lugar, a media hora de Asunción, cuyo nombre lo describe a la perfección: Remanso. Una pequeña 'playa' a orillas del río Paraguay donde un puñado de mujeres se gana la vida cocinando y vendiendo pescado. Allí, en lo que por otros lares llamaríamos chiringuito, hemos degustado todo tipo de peces. Y de mandioca, por supuesto. Qué inmenso, el Paraguay.
Tres encantadoras paraguayas sostienen, de izquierda a derecha, los tesoros del río Paraguay (al fondo): surubí, dorado y pacú.
El almuerzo ha sido como un broche de despedida, un intento de ambos por 'airearme'. Qué importante ha sido para mí el calor con el que los dos me han envuelto desde el domingo.
Hasta pronto, espero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario