miércoles, 29 de octubre de 2008

El bosque del periodismo

Stop and think about where you are reading this column. If you are one of the million or so people who are reading it in a newspaper that landed on your doorstop or that you picked up at the corner, you are in the minority. This same information is available to many more millions on this paper’s Web site, in RSS feeds, on hand-held devices, linked and summarized all over the Web". [David Carr, en The New York Times el martes 28 de octubre de 2008]
Cuando en septiembre de 2007 The New York Times decidió, como ya hicieran otros grandes, renunciar a la fórmula de pago para poder acceder a su edición digital, los resultados fueron tan inmediatos como espectaculares: de los 11.819.000 visitantes únicos que había registrado en agosto de ese año saltó a los 19.404.000 solo dos meses después, en octubre de 2007; de los 119 millones de páginas vistas en agosto, a 181 millones en octubre [Fuente: comScore]. El gigante de la prensa había aprendido, mal que le pesara, una lección evidente: la nueva sociedad, el nuevo consumidor de la información se sacia cada vez más en la fuente digital, en detrimento del papel, pero no está dispuesto a pagar por el chorro de noticias. Una paradójica evidencia, si se quiere, pero repleta de lógica en este mundo globalizado que entre todos hemos construido. El acceso universal a la información permite seleccionar, también, hasta dónde se está dispuesto a pagar por estar informado. Y si, en igualdad de condiciones de garantía, un medio ofrece la información gratis, parece absurdo decantarse por otro que pide el número de la Visa.

Todo lo que rodea al futuro de los periódicos se está convirtiendo en un apasionante Viaje al Centro de la Prensa, donde cuanto más se avanza más oscuro se vuelve. Y aquí no se trata de espolear a los agoreros de la tinta, a cuantos están empeñados en quemar y enterrar al papel más pronto que tarde, pero tampoco de quedarse como pasmarotes ante una fuerza natural que avanza con inercia ingobernable y a la que algunos parecen enfrentarse con la resignación del papá editor y de su hija imprenta. Si la sociedad cambia, los medios de comunicación cambian. O por lo menos deberían hacerlo para sobrevivir, toda vez que han demostrado, la gran mayoría, que siguen siendo igual de fuertes en la red que en el papel, porque esa misma sociedad es cambiante, sí, pero en los medios, y no en el fondo de la cuestión, que es el mensaje, donde sigue demostrando su fidelidad a recibirlo de su cabecera de siempre, de la que se fía, en la que confía, porque para algo se ha labrado una marca de prestigio.

Ahora ya es noticia, de primera, que los grandes medios cambien de estrategia y sigan intentando dar respuesta a las nuevas tendencias en el consumo de la información, sin renunciar a los beneficios que toda empresa persigue. Pero el tema económico (sobre todo el ahorro de costes, a base de recortes de personal) es un tema no menos profundo y por eso merece un tratamiento aparte. Aquí, ahora, se trata de constatar el giro que acaba de anunciar un centenario de la prensa estadounidense, el Christian Science Monitor, que abandona su impresión diaria para volcarse en la red, eso sí, complementando su servicio informativo con un semanario en papel. La noticia tiene suficiente calado como para que otros grandes diarios, como El País español o el estadounidense The New York Times hayan tratado a fondo la noticia. Y tanto es así, que este último periódico ha publicado otro amplio artículo en el que repasa el panorama sombrío al que se enfrentan los 'viejos medios' y al que pertenece la cita con la que arranco este comentario. (Y un dato más, que no sé si es relevante: estas dos noticias de TNYT figuraban entre las cuatro primeras de sus most popular de la sección Negocios).

Los grandes medios, y los pequeños, se están moviendo, aunque muchas veces con una celeridad proporcional a su peso. Y la platea del escenario mediático, mientras tanto, sigue absorta con los trucos de los prestidigitadores que reducen todo a una cuestión de cifras empresariales, donde prima la reducción de personal bajo la chistera del periodista polivalente que cubrirá la noticia por tierra, mar y aire. Pero no es eso. Yo, por lo menos, no soy quien para juzgar si en una Redacción sobran o no profesionales de la información, pero sí he constatado, en muchas, que lo que falta es una predisposición a afrontar los nuevos tiempos con nuevas técnicas, nuevos medios y nuevos lenguajes. Mejor dicho, con nueva mentalidad. Pero, lamentablemente, siguen siendo demasiados los que piensan que el nuevo periodista es el que sabe manejarse con Photoshop, que es como si los periodistas de la vieja guardia fueran expertos linotipistas. O será que los árboles de los medios siguen sin dejar ver el bosque del periodismo.

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