Maldita la gracia que me hace convertir este blog en un obituario. Maldita. Pero en algún sitio tengo que volcar las lágrimas, el dolor que me atraviesa a 9.497 kilómetros de donde Ángel nos ha dicho adiós en silencio, como si tuviera prisa por alcanzar a su hijo Javier y seguir pulseando a ver quién de los dos es más cabezón.
Acabo de hablar con Ana y estaba serena, increíblemente serena en su desolación. Ha acompañado a su padre en su última noche, en el hospital. No ha pegado ojo y, me dice, a las ocho de la mañana ha notado que el buen Ángel se empezaba a apagar. Ha llamado a Eneko y ha llegado a tiempo para ver, con ella, cómo su padre conciliaba el sueño eterno en el que se ha sumido tranquilo, sin sufrimiento.
Si alguien quiere saber quién era Ángel basta con que se acerque mañana, a las seis de la tarde, a la parroquia de San Miguel en Pamplona. Verá un templo a reventar de variopintas gentes: verá a quienes queden de su generación (1920) que son la historia imprescindible de la Pamplona ¿antigua?; verá a todo el gremio de relojería que le venera porque durante toda su vida fue de los pocos que sabía darle cuerda a las muñecas; verá al mundo pelotari porque sabe que él vibró como nadie con cada dejada al txoko; verá a todas las gamas generacionales que descubrieron lo mágico que encerraban sus caldicos en Iparla; verá a la Pamplona que pasea, que se enorgullece de todos sus vecinos porque son todos sus amigos.
Ángel era ‘Relojerena’ para su entorno social. Pero para nosotros siempre ha sido –Eneko dixit– ‘Angelino el Divino’ (pronúnciese Anyelino). Con un carácter de tres pares, de esos tajantes, el muy se derretía como una criatura con sus nietas; siempre fue capaz de hacer cualquier cosa, literalmente, por ellas. Y a nosotros, ¿que nos den? No. Estos últimos años, cuando ha estado mimado por Eneko y Ana, no paraba de dar las gracias, se le caía la fachada de hombre duro y reconocía el invaluable valor del amor. Vaya calor, vaya candor que nos ha irradiado.
A mí me consta, y me consuela a duras penas, que contribuí a su felicidad cuando en 1978 y en 1981 ayudé a introducir en su vida a Paula y a Berta.
Tengo muchos recuerdos de él, pero no quiero mojar en exceso este espacio. Sabe más de mí que yo mismo. Ahora seguiré yendo los fines de semana a verles, pero él no estará como acostumbraba, en la mesa camilla, con el dedico en el mando a distancia buscando el canal que televisa la final de parejas. Final de parejas… Amelia, mi amor, cuando llegue a Pamplona iré corriendo a verte, a besarte, a llorar contigo, pero sólo lo imprescindible. O sea, todo lo que nos dé la gana.
8 comentarios:
Mis condolencias, estimado Don Francisco, mis condolencias.
La tristeza, con un océano de por medio, siempre es mayor.
Gracias, Nahum.
Paco tienes muy buen corazón y lo siento mucho. soy la hija de anabel mariño y tengo 8 años
Paco tienes muy buen corazón y lo siento mucho. soy la hija de anabel mariño y tengo 8 años
Gracias, cielo. Tú seguro que sí tienes un corazón enorme.
Un abrazo y mucho ánimo, Paco.
Paco: un abrazote largo. Y un beso para Ana.
Gracias a los dos, muchas gracias. Y os devuelvo el abrazo.
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