Frank Snake hundió su mirada en los ojos de su hija adolescente mientras le sujetaba la mandíbula con mano enguantada. Ni el hecho de que la bella joven estuviera inmovilizada en silla de ruedas le detuvo; ni siquiera, el que su otro hijo, Willy el niño, estuviera contemplando, aterrorizado, la escena. Frank, armado con un palo de golf en la mano derecha, y eso que era zurdo, le espetó a su Virginia con inusitada violencia verbal y a dos centímetros de su rostro:
–¡No podemos irnos sin la colección, ¿entiendes?!
Y Virginia, a quien la tensión no le convenía nada de nada, tuvo pérdidas leves, amén de ser incapaz de pronunciar palabra alguna. Así que Frank, tenso tenso, y sin soltar la quijada de su vástago, elevó su mirada de serpiente hasta clavarla en los ojos de Willy, quien ese lejano día de 1970 todavía llevaba pantalones cortos. Willy nunca olvidaría esa mirada capaz de atravesar paredes y cariños. Una mirada que le abrió los ojos y le selló el pasaporte de entrada a la vida real.
–¡No podemos irnos sin la colección, ¿entiendes?!
Y Virginia, a quien la tensión no le convenía nada de nada, tuvo pérdidas leves, amén de ser incapaz de pronunciar palabra alguna. Así que Frank, tenso tenso, y sin soltar la quijada de su vástago, elevó su mirada de serpiente hasta clavarla en los ojos de Willy, quien ese lejano día de 1970 todavía llevaba pantalones cortos. Willy nunca olvidaría esa mirada capaz de atravesar paredes y cariños. Una mirada que le abrió los ojos y le selló el pasaporte de entrada a la vida real.
Y hasta aquí puedo escribir. El desarrollo, nudo y desenlace de la imprescindible película La Mirada lo tengo embargado hasta el miércoles 5 de marzo, fecha en que será presentada en sociedad. Colgaremos entonces el cortometraje completo. Y más divertido: hasta el meikinof.
3 comentarios:
Podrías convocar otro concurso: "Adivine qué le está diciendo Pacotto a la pobre muchachita":
a) "¿Tienes algo para el estreñimiento?"
b) "¿Eres tú, María Antonia? Sin las gafas no te reconozco".
c) "¡Mamá: se me ha caído un diente!".
d) "Hay qué ver cuánto has engordado: ya casi ni puedo empujar la silla de ruedas..."
e) Etcétera.
Soy de los privilegiados, privilegiadísimos, que ha visto ya esta actuación suya, Don Francisco.
La verdad es que aún no se me ha pasado el calambre de emoción que me recorrió el cuerpo al verle. Esa íntima sensación de un pedazo de vida hecho celuloide, de traspasar la frontera de la verdad con una mirada, con esos ojos de Franky Serpiente hechos carne de cine. ¡¡Ufff, qué escalofrío!! En algunos blogs (www.pacottorunstheshow.blogspot.com) ya empiezan a compararle con el Anton Chigurg de "No es país para viejos". Se quejan, con razón, de que si no fuera porque se trata de una producción independiente, ya estaría usted pisando alfombras rojas.
Y la pregunta que fluye en el ambiente: ¿empleó usted el método Stanislavski? ¿Con quién aprendió y cuántos meses de preparación le costó esa naturalidad con el swing? ¿Sufrió para volver a su vida real tras una experiencia tan intensa, emocional y físicamente, para su papel en "La mirada"?
Supe que Stanislavski no podía ametodarme cuando descubrí que la verdad no siempre se puede ocultar, y esto es algo que a él se le escapó en su momento de redacción del método (hoy universalmente conocido). Pero me ayudó, a su manera, como Sinatra. Siempre quise ser yo.
Y sí, ya que me hace tan amable pregunta: rechacé el papel de Anton Chigurg porque Leonard, uno de los hermanos, no terminó de verme en el papel con mis canas cardadas. Él se lo pierde para siempre.
Sigo pensando desde lo más profundo de mi nada que los tres segundos en los que aparezco en LA MIRADA son fundamentales para entender el sentido del llamado Séptimo Arte. Aunque suene a tópico, un antes y un después.
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