El Drogas et al. Fotos: Ana&Paco Sancho.
Víctor Jara tenía razón: la vida es eterna en cinco minutos. En la jacetana noche de San Juan convivían, a menos de cien metros, los carrozones de Barricada (¡¡¡o-ku-pa, o-ku-pa!!!) con los jovenzuelos del Lar Gallego.
En un parque, punkis que no cumplirán los cuarenta principales movían el cachi y otras cosas ocultas bajo camisetas negras al ritmo de la gala benéfica que ofrecían Drugs & Friends by the face. Adónde hemos llegado. Y, al ladico, en otro parque, cien jubilados de la M-80 tiraban las lágrimas al son de los que soplaban las gaitas, mecidos entre la morriña y la saudade, mientras los palés de supermercado ardían en rito sanjuanero y al ritmo de Soy un gallego que viene de Lugo y traigo la gaita..., que es de lo que más le gusta a mi Berta.
¿Qué nos une? Ni idea. Pero sé lo que nos separa: al borde del parque de Barricada estaba la pasma, bien desplegada, paraporsiaca. Y junto a mis jubiladinhos estaban los bomberos para apagar el fuego, por aquello de la incontinencia.
Y entonces ocurrió lo que tenía que ocurrir: nada. Todos estábamos viviendo, incluso los de guardia. A mí me hubiera gustado juntarlos a unos y otros, qué carajo, a las prematuras de negro con los maduros de negro. Seguro que nacían romances porque embrujo, lo que se dice embrujo, habíalo en los dos escenarios.
2 comentarios:
estos de jaca qué multiculturales son...
Saludos
No tengo el gusto de conocer a los chavales del Lar Gallego, pero sí al Drogas. El bueno de Enrique, con sus pintas de siniestro, pequeñito, torcidillo, con la cara hecha un cromo por la viruela, con su hablar único, tan de la Txantrea, puede que no nos guste por su música,sus letras, o su estética, pero es un pedazo de pan. Un gran tipo, auténtico, que los 25 años sigue ahí al pie del cañón. Grande el Drogas, aunque no toque la gaita como los del Lar Gallego.
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