jueves, 24 de mayo de 2007

El periodista honesto

Confieso que me alegré cuando conseguí que un periodista de verdad, un reportero sin fronteras como lo es Jon Sistiaga, se mojara y citara, aunque sutilmente, a presuntos colegas que viven más del circo que de la información. Ocurrió durante el encuentro que mantuvimos ayer en fcom con este gran profesional que ha visto lo que no quiero ni imaginar de los horrores de la guerra; la capacidad infinita del homo homini lupus en los cuatro puntos cardinales.

Y digo que me alegré no por ningún afán morboso, sino porque estábamos ante más de cien futuros periodistas y era, para mí, imprescindible que un veterano (pese a su juventud) que ha demostrado su integridad en mil campos de batalla les explicara la no tan delgada línea que separa al periodista responsable del periodista espectáculo.

Por desgracia, he conocido a más de uno de éstos, he trabajado con ellos pero, claro, nunca junto a ellos, porque mi aguante profesional ante situaciones violentas se colmó y desbordó durante un durísimo año en el que informé sobre las acciones terroristas desde un periódico de Bilbao, en una época en la que los asesinatos y atentados eran diarios. Reconozco que ver tiros en la nuca, cuerpos mutilados, familias reventadas, lágrimas de desesperación y gritos desgarradores me dejó al borde del tratamiento psicológico.

Quizás por ese recuerdo agradecí el que Jon reflexionara en voz alta sobre lo difícil que es conciliar sentimientos personales y profesionales. Jon decía que, si de verdad eres un periodista honesto, te tienes que emocionar con lo que ves para poder emocionar a la sociedad; una emoción que no obedece al sentimentalismo (ni mucho menos al sensacionalismo) sino al realismo. Qué gran verdad, pero qué difícil de llevar a cabo cuando eres testigo de la tragedia, de la injusticia y del horror mayúsculo.

El periodista espectáculo existe, lo sé, porque lo conozco. Pero necesitaba que alguien como Jon lo desenmascarara ante una audiencia tan importante. Y lo hizo: los autodenominados ‘reporteros de guerra’ –vaya cursilada pretenciosa– que son capaces de pagar un puñado de dólares a unos milicianos para que le peguen tiros a unos árboles y así poder grabar “en riguroso directo las encarnizadas batallas” enfocando a los aguerridos soldados pero no al blanco; los autodenominados ‘miembros de la tribu’ –vaya también– que escriben crónicas en primera persona aunque lo hacen encerrados en el hotel y de oídas; de los autodenominados ‘periodistas de trinchera’ que se manchan de barro en el charco más cercano antes de subir a la Redacción; y, el que es peor, y al que ahora soy yo al que denomino periodista canalla (o canalla a secas, para no ensuciar la profesión), que se dedica a copiar las crónicas sudadas por otros y firmadas con su nombre.

Ahora, gracias a internet y a casos como el de Jayson Blair, es más difícil robar el trabajo de otros. Pero en la Primera Guerra del Golfo, por ejemplo, era más difícil descubrir que la crónica aparecida en un diario madrileño y firmada por su enviado especial era idéntica a la publicada un día antes en un periódico de Conética. Bueno, idéntica no, claro, porque se había tomado la molestia de traducirla.

[Dedicado a los 81 periodistas que el año pasado murieron en zonas en conflicto cuando cumplían con su deber]

6 comentarios:

Anónimo dijo...

test

Sonríe dijo...

me hubiera encantado escuchar esa charla.
un saludo
Isabel

Anónimo dijo...

Me gusta. A mi también me hubiese encantado estar ahí, una pena que no pudiese venir el año pasado...

Anónimo dijo...

No es Jon Sistiaga un periodista espectáculo?
Un saudiño.

Paco Sancho dijo...

No, para mí no lo es. Ser protagonista no es sinónimo de ser espectáculo. Por ejemplo, su charla coincidió con nueva actualidad del 'caso Couso', su amigo asesinado. Y no hizo mención del tema (como he visto a hacer a demasiados teatreros con hechos menos trágicos). Otra cosa es que te guste o no como periodista o reportero, algo muy personal, por supuesto. Pero no creo que JS pertenezca a ese circo del que forman parte tantos payasos.

JAE dijo...

Totalmente de acuerdo con la definición de periodistas canallas y aprovechados del trabajo de los demás. Por eso me decepcionó mucho saber que un antiguo enviado especial a la I Guerra del Golfo, cuyo único mérito era ver la CNN y hacer las crónicas desde el hotel (o peor aún, traducirlas del NYT) fuese invitado el curso pasado a FCOM como experto en información internacional. Era un detestable ejemplo a seguir y eso lo deberían de saber los alumnos para saber si merece o no la pena escuchar a un conocido periodista.