viernes, 6 de abril de 2007

Calanda rompe la hora

Desde toda la vida, pero especialmente entre 1990 y 2005 en que lo hicimos de forma ininterrumpida, vamos cada Semana Santa a Calanda, la cuna bajoaragonesa de mis abuelos (maternos y paternos) y de mi madre. El año pasado faltamos por cuestiones laborales y éste por personales. Pero mi mente está esta mañana con ellos, con todos los calandinos, con toda mi familia y amigos.

Aunque no lo parezca, familia y amigos estamos en ese océano de túnicas y tambores, en 2005.

Allí, cuando el reloj del Ayuntamiento da la primera de sus doce campanadas de mediodía del Viernes Santo, se ‘rompe la hora’. En ese preciso momento, el sonido atronador y rítmico de miles de tambores y bombos (de 0 a 120 decibelios en un segundo) inunda la villa desde entonces y hasta las dos de la tarde del Sábado Santo.

Nadie sabe a ciencia cierta el origen de esta tradición. Las explicaciones sobre su origen van desde las puramente terrenales hasta las que añaden componentes espirituales y religiosos. Según las primeras, los bajoaragoneses conmemoran su salvación de la morisma en el año 1127, gracias al aviso que sobre su llegada hicieron los pastores, a golpe de pandero y de colina a colina, hasta llegar el sonido al pueblo, con tiempo suficiente para que sus habitantes se pusieran a salvo. El hecho de que estuvieran en ese momento en la iglesia, celebrando la Pascua, explicaría que cada Semana Santa se celebre con el toque salvador de los pastores.

Otra versión, transmitida de padres a hijos, se inclina por una lectura más piadosa de la tradición y habla de una tan respetuosa como sonora conmemoración de la muerte de Jesucristo, recordando con el estruendo de los tambores el mismo ruido que envolvió la colina del Calvario (Gólgota) en el momento de expirar el Hijo de Dios, con una sucesión de terremotos, desprendimiento de rocas y la rasgadura del velo del templo. Probablemente, la realidad se componga de fragmentos de ambas versiones.

:: BUÑUEL Y CALANDA ::

El 22 de febrero de 1900 nacía en Calanda un aragonés fundamental: Luis Buñuel. Gracias a las labores de difusión del genial cineasta, la tradición de centrar la celebración de la Semana Santa con un multitudinario toque de tambores y bombos es conocida en todo el mundo. Prueba de ello fue el protagonismo que los tambores de Calanda tuvieron en la Ceremonia de Apertura de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 y que fueron vistos y admirados por cientos de millones de personas en todo el mundo. La magia de esta tradición también quedó patente en la Gala del Centenario del Cine Español, en octubre de 1996.

El aura y el sonido de los tambores de Calanda han sido recogidos en multitud de muestras artísticas y populares. Los toques se escuchan en gran cantidad de bandas sonoras, y no sólo en las películas de Buñuel. Los documentales sobre esta liturgia se emiten año tras año por todas las cadenas de televisión y son numerosos los equipos que desde los países más impensables acuden a grabar cada Semana Santa.

Gracias al potochof, en 1996 "coincidimos" con Luis Buñuel.

En su libro de memorias ('Mi último suspiro', Plaza&Janés, 1982), Luis Buñuel dejó plasmadas algunas emociones íntimas y reflexiones personales sobre los tambores de su tierra natal:

...Es una ceremonia colectiva impresionante, cargada de una extraña emoción, que yo escuché por primera vez desde la cuna, a los dos meses de edad. Después, participé en ella en varias ocasiones (...), dando a conocer estos tambores a numerosos amigos que quedaron tan impresionados como yo. En 1980, durante mi último viaje a España, se reunió a varios invitados en un castillo medieval cercano a Madrid y se les ofreció la sorpresa de una alborada de tambores venidos especialmente de Calanda. (...) Todos dijeron haberse sentido conmovidos sin saber por qué. Cinco confesaron que incluso habían llorado.
Ignoro qué es lo que provoca esta emoción, comparable a la que a veces nace de la música. Sin duda se debe a las pulsaciones de un ritmo secreto que nos llega del exterior, produciéndonos un estremecimiento físico, exento de toda razón. (...) Yo utilicé ese redoble profundo e inolvidable en varias películas, especialmente en 'La Edad de Oro' y 'Nazarín' (...).
Los tambores, fenómeno asombroso, arrollador, cósmico, que roza el inconsciente colectivo, hace temblar el suelo bajo nuestros pies".
Como despedida de este melancólico recuerdo, os dejo con un toque de 2005. La espléndida cuadrilla está formada por un puñado de nosotros, ay.

1 comentario:

Pilotto dijo...

Este año me apunto, tengo que practicar. (Aun venden Colón en envase clásico??)

Tengo aquí a Paula que me va a enseñar "La Palillera"