sábado, 24 de marzo de 2007

El Partido Mejorista

Voy a ganarme el enojo de algunos visitantes de este rincón pero, como diría Groucho, me es inverosímil. Mis tripas no pueden evitar revolverse cuando un partido político se arroga la potestad de vetar a un medio, o entero, de comunicación con cualquier excusa pueril; en este caso, porque el presidente del grupo de comunicación más prepotente del país les ha insinuado que quieren lo que ellos quieren. (El gran visir Iznogud: ser califa en lugar del califa).

Una vez, en Paraguay, una colega periodista me presentó a su marido en una cena de amigos. Por aquello del chinchineo social, le pregunté:
-¿Qué eres?
-Soy político -me contestó, sin ápice de segundas-.

Era y es la primera vez que he oído que alguien es político. Conozco los que son periodistas -servidor-, médicos, economistas, matemáticos... pero político, lo que se dice político, en mi vida. ¿Existe "ser" político? Siempre he pensado que es una dedicación pero no una profesión. Y, si lo es, debería estar prohibida por ley democrática. Un periodista, un médico, un economista o un matemático se dedica a la política por gajes del corazón, de la vida, pero no como profesión. Conozco a más políticos de los que me gustaría que viven más pendientes de una nómina nada meritoria -en lo personal- que de lo que se presupone que defienden.

Tengo dos ideas que me acompañan desde joven y que pesqué vete a saber dónde:
1) El verdadero político es el que pierde dinero (con gran cabreo familiar) por dedicarse a ello en vez de a ejercer su profesión, mucho más rentable. (Contrario sensu: si gana más dinero en la política que en lo suyo, malo, malo...).
2) El país será de verdad democrático cuando lo gobierne el Partido Mejorista. Que gobiernen los mejores, pero no esos de la parafernalia, de los colorines o las siglas, sino que la salud la dirija el mejor médico, las comunicaciones el mejor ingeniero, el cabildo el mejor ciudadano...

Este país, que va yendo como cabe esperar (y es cuestión de años, no de gobiernos), se deja enredar por progres de Beefeater y derechones de arribaspaña. Mientras, millones de tranquis vemos la vida pasar con kilos de satisfacción pero gramos de hastío por esos empeños de los tristes que buscan llegar al poder aprovechando las autopistas democráticas pero en dirección contraria.

Pero quienes quieran chocar contra la libertad de expresión, vengan de donde vengan, me tendrán enfrente. Y así me irá. O no.

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