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A la par, (mismo día, misma hora, misma Universidad), en la Facultad de Derecho se entregaba el octavo premio que esta Universidad creó en memoria de mi padre, que se fue por las buenas el 27 de octubre de 1995.
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Eso de equivocarse con él sería impensable que volviera a ocurrir. Es un reconocido maestro de generaciones de juristas y yo no soy yo, desde siempre, porque soy 'el hijo de Francisco Sancho Rebullida'. Qué honor. Ha enseñado a todo el espectro ideológico imaginable de profesionales del Derecho, a miles de ellos... y hoy es el día en que sigo esperando oír a uno solo, directa o indirectamente, hablar mal de él (la oreja la tengo mojada -empapada- de 'maestro', 'sabio', 'paciente', 'tolerante', 'justo', 'honrado'... Gracias, aita, por predicar con el ejemplo).
Ya catedrático de Derecho Civil, y con plaza en Canarias, puso el intermitente y se vino para Pamplona en 1961, en donde se convirtió, sin buscarlo, en una de las vigas maestras en los albores de esta Universidad. Es desde entonces que tenemos, como decía él, un bifrontismo aragonés-navarro. Pero no hagamos historia, que tiempo habrá.
Yo le tengo en la retina todos los días. Y le doy las gracias porque entendió que el Periodismo era mi vocación, que no el Derecho, y me dio carrete. Se casó conmigo y con Ana y se le cayó la baba con las nietas que le dimos; con Paula, con la que se estremeció al verla correr por primera vez y casi llora al decir "igual, igual que su abuela", mi madre, que se nos había adelantado en Reyes del 85; con Berta, con la que se moría de risa por su surrealismo:
-Abuelo, cántame tal canción.
-Cariño, pero es que no me la sé.
-Abuelo, a ver cómo no te la sabes.
Un premio es poco.
1 comentario:
Don Francisco, ¡qué estirpe tan ilustre!
Ahora lo entiendo todo.
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