La tradición es tan ancestral como inexplicable. Es tierra del norte, según se mire, pero se pirria por dos cuestiones paranormales: las rancheras y las vacas. Y nadie sabe de dónde viene, pero si en Ablitas, que es un poner, alguien se arranca con un ‘tú queriás que te dejaaaaara de quereeeeer’, al pronto le sale un coro popular de toda edad, sexo y condición que le replica ‘y loas conseguiiiiidoooooo’. Uau.
Pero las vacas… ay. Las vacas tiran mucho. Javier Sagardoy se quedó parapléjico en 1991, cuando tenía 51 años, por culpa de un maldito accidente de coche. Él es de Castejón, pero donde de verdad disfrutaba de las fiestas era en Murchante, la cuna de su mujer. Disfrutaba de las vacas, se entiende. Así que, ante sus lágrimas de frustración por no poder seguir los llamados encierros, los amigos le hicieron dos años después el regalo de su vida: una jaula pret-a-porter donde le metían con silla de ruedas y todo, para seguir el eje de las fiestas en primera fila, pero protegido. Hasta le dieron una vara para que azuzara a las reses y así seguir descargando la adrenalina del protagonista.
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Pero, no hay que tomárselo a risa. La cosa de las vacas en la ribera navarra es cosa seria. Los medios de comunicación están todo el verano pendientes del balance del encuentro. En un periódico de la capital, por ejemplo, sonó el teléfono al caer la tarde. Era el corresponsal de un pueblo ribero que le informaba al redactor jefe: “La vaca ha cogido a un mozo y lo ha dejado hecho unos zorros, le ha dado hasta hartar; ahora mismo se lo están llevando al Hospital de Pamplona”. Y al jefe, claro, le faltó tiempo para mandar corriendo hacia allí a un periodista, en este caso una chica estudiante en prácticas. La moza llegó a la planta cuando al susodicho le acababan de coser y pudo entrevistarle, cosa que dice mucho en su favor. De ella. Tras contarle el tipo toda la película de los revolcones, la futura profesional, tan curiosa como meticulosa, le preguntó: ¿Pero dónde le ha cogido la vaca? Y él, sereno, le contestó digno: “En el escroto”. Y ella, forastera, quiso saber más del lugar, así que le preguntó: “¿Y dónde queda eso?”, a lo que el revolcado respondió, sin perder la dignidad, ubicándola: “En el forro de los cojones, guapa”.
[La historia no termina aquí. Nuestro héroe, ya repuesto, regresa al pueblo y es entonces turno de la emisora local para entrevistarle. Después de unas cosas y otras el corresponsal, claro, termina por preguntarle que dónde fue el puntazo. Y nuestro superviviente, crecido por el conocimiento que da la experiencia ante la ignorancia ajena, contesta de forma didáctica: “Me rasgó el escroto, vamos, lo que viene siendo el forro de los cojones”].
3 comentarios:
Paco, para redondearlo hay que sumar el grito de guerra ribero:
Euuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu
Pensé que después de las risas del sábado, leerla no sería lo mismo. Pero me equivoco. ¡Qué grande!
Paco, mundial. Esta es mundial. "Lo que dice mucho en tu favor". Cojones con las vacas. Y el programa de fiestas es real como la Navarra misma. Risas hasta llorar. Qué grande!!!!
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