Al parecer no ha sido lo suficientemente sonora la pitada social para frenar el bodrio del canon digital. Con la manipulada premisa de que cualquier chisme digital es susceptible de ser utilizado para piratear las obras de otros, la Sociedad General de Autores, con el beneplácito del Congreso, cobra por adelantado y sin dar el beneficio de la presunción de inocencia a nadie cuando te compres un ordenador, un CD virgen, un pen-drive o lo que sea. Este disparate será legal pero, desde luego, es inmoral y sobre todo injusto.
Sanseacabó Nº 10, semana 51 de 2007, emitido por 98.3 Radio
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5 comentarios:
Pues a mí me parece muy bien que no se pegue a los chiquillos y creo en el valor didáctico de las leyes. No entiendo cómo puede defenderse que alguien de un trastazo a un niño por mucho que sea su hijo. Es más, me duele mucho más todo lo malo que le sucede a mi hijo.
Lamento que mis ironías puedan ser malinterpretadas. Dios me libre de defender el guantazo infantil. Pero creo que nadie tiene derecho a meterse en cómo educo a mis hijos y si les inoculo o no valores o perversiones. Si me paso, que me apliquen la ley, pero no una ley específica sino la ley. Y si he hecho mal mi trabajo sólo hay dos personas en este mundo que admito que me juzguen y me condenen. Y acataré su sentencia sin rechistar, sin necesidad de saber si los tránsfugas de Coalición Canaria están a favor o en contra.
No sé, pero me suena a la Ley de Prensa. Ahora, Ley de Familia...
Yo reivindico que haya gente que se meta en cómo educo a mi único hijo, y eso que creo que no lo hago mal, pero siempre estoy dispuesta a que me digan si hay algo mejorable. Pero, sobre todo, reivindico la obligación de intervenir en cómo algunos educan a sus hijos, o quizá sea solamente en cómo los tratan porque quizá ni los eduquen o los maleduquen.
Supongo que esas dos únicas personas que te pueden juzgar son, precisamente, tus hijos, pero no creo que sean buenos jueces. Se que la extrapolación tiene un riesgo y que se me puede reprochar que he llegado muy lejos, pero hay mujeres afganas encantadas de ir por la vida con un burka.
En realidad, lo que me pone los pelos de punta de este tema de los cachetes a los niños es que es estoy segura de que a medida que la sociedad evolucione, nos vamos a llevar las manos a la cabeza con el tema y nos vamos a escandalizar de las ideas que defendíamos solamente hace unos pocos años. Lo hemos visto con tantas cosas: con el tabaco (se podía fumar en cualquier sitio: la escuela, el tren, la consulta del ginecólogo...); se podía pegar impunemente a la mujer (a la esposa); se podía y puede abortar a niños (no es inocente la palabra niño en lugar de feto) con el síndrome de Down.
Creo honesta y firmemente en que las sociedades avanzadas renuncian de forma perceptible a toda forma de violencia y un cachete es violento.
El corte del juez que usas para tu programa es irónico, tiene su gracia, pero es perverso. El niño tiene derecho a no comer la sopa, sobre todo porque si no se la come, no pasa nada, no se va a morir de hambre; ahora que, claro, quizá lo que pasa es que su padre o su madre ven menguada su auto-ridad, auto-estima auto-todo. Y esa, la autoridad de un padre no se ve reforzada con un cachete. Cualquier padre, o cualquier profesor, lo sabe. ¿Por qué, veamos, se puede defender hoy que un maestro golpee a un alumno? Sobre eso también se legisló y afortunadamente ya nadie lo discute. La autoridad del maestro o del profesor está en las palabras que use, es su actitud, no en la regla sobre las yemas de los dedos.
¿La del padre está en algún otro sitio?
Me he extendido, pero lo necesitaba para no hacer un cliché de la idea.
Pues como todo, creo, hay casuística. Pero a mí, que no tengo hijos pero sí una familia grande (y hermosa) creo que un cachete a tiempo (y en determinadas edades) es sano y necesario.
A un niño de dos años, por poner un ejemplo, no puedes razonarle mucho sobre los riesgos termodinámicos de meter los dedos en el enchufe. Primero le dices no. Si sigue haciéndolo, creo que un cachete (y léase cachete, no paliza) me parece educativo. Y en otros muchos casos también.
Y quien dice cachete puede decir dejar sin postre o castigar sin salir de la habitación u obligar a limpiar los baños durante toda la semana, qué sé yo.
Se trata de educación, no de democracia. Se trata de autoridad, no de igualdad. Se trata de valores, no de relativismo.
Estoy convencido de que a cosas así se refiere Don Francisco.
Gracias, Nahum, gracias. A esa preciosidad que es la educación me refería. Y mis dos hijas me adoran y me lo dicen porque ya nunca mienten. Y adoran a su madre, entre otros millones de cosas, porque a una de ellas le dio en un amanecer adolescente una bofetada, la única que ha recibido en su vida, por mentir. Y la hoy mujer hecha y derecha no solo adora a su madre sino que le da las gracias por lo que aprendió con aquel remoto guantazo. Hoy sabe el valor de la verdad sin que nadie de fuera venga a explicárselo y, mucho menos, a regular los horarios de la cena en mi casa. Hasta ahí podíamos llegar.
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