La censura es la pataleta del que tiene poder pero no argumentos. Deja regusto de arcadas a tiempos pretéritos en los que unos pocos se sentían ungidos con el tipex divino que suprimía todo aquello que no convenía al pueblo, tan majo pero tan inculto. Eran ellos, y sólo ellos, los guardianes de la moral, esos que resucito de mi infancia, mayormente profesores de Formación del Espíritu Nacional, con su bigotico de línea perfilada, gafas oscuras de concha y pañuelo blanco y doblado asomando por el bolsillo superior de la americana gris marengo.
Creo firmemente que la libertad de expresión es una de las conquistas más fundamentales de esta España que comenzó a renacer en 1978 con una magnífica Constitución en la que la Monarquía se coló de rondón. Todos somos libres de expresarnos pero hay que acatar (no atacar) y respetar a la Corona, por mucho que ella se empeñe en darnos como futuros reyes al Froilán o a un balonmanista, o sea una periodista la consorte del futuro Rey, que devendría en Reina de todos los españoles si él, ya Rey, la palma en Mallorca o donde sea; viva la audiencia, doña. Todo esto hay que respetarlo porque pertenece al ámbito privado de los borbones. Y cuarenta millones, a tragar el bingo (mejor dicho la línea, la estirpe) que ellos juegan para designarnos a nuestro futuro Jefe del Estado, que como siga así el árbol genealógico terminará apellidándose Azaña de Borbón y Maura.
Pero mi tata decía que su marido (q.e.p.d.) decía: “O nos calentamos todos o me meo en el brasero”. La portada de El Jueves es de un gusto espantoso, chabacano, impresentable. Pero es una revista que, con sus genialidades y sus porquerías, vende unos 75.000 ejemplares y la leen 430.000 ciudadanos (un 1% de la población, a ojo de buen cubero) como media semanal. Y aunque fuera uno solo el lector, tendría todos los derechos. En la libertad de cada cual está el comprarla y el leerla, o preferir el fanzine oriental de dibujos pornográficos o la Crítica de la razón pura, llegado el caso de perversión absoluta. Así que no es de recibo que el fiscal general, el que se supone que vela por todos nosotros, diga que esa portada es delictiva porque, primero, está violando la presunción de inocencia y, segundo, si así se determinara por los tribunales, ya serán castigados conforme a la ley, que para eso está.
Si será rancio todo esto que hasta podría provocar la risa. Yo, personalmente, me quedo con lo del molde del auto del juez Del Olmo, que demuestra en qué tiempos viven algunos. Y si todos los españoles somos iguales ante la ley, señoría, ¿secuestrará el molde del próximo número de El Jueves, en el que soy yo el que aparecerá caricaturizado en portada blogueando como un animal y en postura procaz, o debería casarme antes con alguien que quede libre (harto difícil) en La Zarzuela para asegurarme su diligencia?
Pero no, no provoca la risa. La censura es la pataleta del que tiene poder pero no argumentos. Y sobre todo tiene miedo a la libertad. Y da miedo a todos los demás.
4 comentarios:
Completamente de acuerdo.
La portada es muy bestia, muy grosera y de muy mal gusto pero eso no es motivo para censurarla y menos cuando los supuestamente injuriados tienen unos derechos que los demás no tenemos.
Por ejemplo, que un fiscal actúe de oficio al amparo de la defensa del honor de terceras personas.
Un saudiño.
No estoy de acuerdo. La democracia tiene límites, y los periodistas, no tienen siempre razón. Se les mete una multa de 5 mill de €, y ya verás como se aguantan la proxima vez.
Si ha sido peor el remedio que la enfermedad. Todo se ha montado a raiz de la noticia de la censura. Antes el mensaje hubiera llegado a los lectores, ahora es asunto de estado y todo el mundo sabe de qué va la cosa.
vaya, vaya...
Democracia limitada es oxímoron.
Está claro que no se puede hacer lo que a uno le dé la gana siempre pero una cosa es cargarse a un tío y otra hacer una portada irrespetuosa con alguien.
Para eso hay unos mecanismos legales que los supuestamente injuriados pueden emplear. Lo que no puede hacer un fiscal es actuar de oficio en un caso de libertad de expresión. Vale que el código penal se lo permite, pero ya somos mayorcitos (adoslescentes democráticamente, esta es la prueba) para saber cómo actuar.
Como bien dijo Llamazares: "No vamos a ser más papistas que el Papa".
Por otro lado, creo que la Familia Real tiene suficientes privilegios como para que, encima, no se puedan hacer críticas.
No soy republicano, que conste.
Un saudiño.
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