martes, 8 de julio de 2008

Treinta años

El sábado 8 de julio de 1978 era de gran juerga. Aunque había entrado a trabajar pocos meses antes en La Gaceta del Norte de Bilbao, me pedí mis primeros días de vacaciones para venirme a Pamplona con Ana a comernos los Sanfermines. Ese día, después del almuerzo familiar y su correspondiente y obligada tertulia maratoniana, nos bajamos ella, su hermano Eneko y yo hacia la plaza de toros, a eso de las ocho de la tarde, donde habíamos quedado con nuestros amigos para sumarnos todos al ambientazo que siempre se crea con la salida de las peñas.

Y de repente, cuando ya estábamos todos juntos, qué raro. Empezamos a oír sirenas de todo tipo: policiales, ambulancias, de bomberos. Al levantar la vista pudimos ver cómo del interior de la plaza de toros salía una tremenda humareda negra, mientras la gente huía despavorida y en todas direcciones: jóvenes y mayores, abuelos, padres con niños en brazos… Desconcierto total. Acerté a parar a un hombre algo mayor, del que aún me acuerdo de su cara, y le pregunté qué estaba pasando. “¡Nos están matando, nos están matando!”, me contestó casi llorando mientras echaba a correr otra vez.
dibujo de la revista TriunfoLo que acababa de pasar lo contaba así el periodista Gonzalo Goicoechea en la revista Triunfo, en su número del 15 de julio de 1978:
Había terminado la corrida. Unos cuantos mozos pasearon por el ruedo una pancarta pidiendo amnistía. El tendido de sol les apoyaba, el de sombra –como siempre– silbaba. “Presoak kalera”, unos; “San Fermín, San Fermín”, otros. Se atacan unos a otros, y de pronto, por la puerta de salida de las peñas, la Policía entra en la plaza y comienza a disparar botes de humo, balas de goma, balas. Fue el comienzo del pánico, del terror. Los sanfermines de este año acabaron el 8 de julio sobre las ocho y media de la tarde. A partir de ese momento Pamplona se encontró con la desolación y el miedo. Numerosas personas participaron en diferentes manifestaciones en contra de la actuación policial. El Gobierno Civil, el Palacio Foral y los establecimientos bancarios fueron el blanco de sus iras: ni un cristal entero, numerosas barricadas, violentos enfrentamientos, detenciones callejeras a punta de pistola. De todas estas escenas la televisión del Estado solo emitió unos minutos y sus imágenes solo recogieron los golpes, cargados de indignación, que unos cuantos mozos dieron a un gris [policía antidisturbios] caído en la arena”.
(…)
Todo el mundo coincide en un punto: el origen de los hechos fue la entrada de los grises al ruedo. A partir de esta actuación policial se desencadenó la tragedia. El gobernador civil para Navarra, señor Llano, tantas veces pedida su dimisión, en una rueda de prensa celebrada el domingo reconoció que la actuación policial había sido “desafortunada e innecesaria”. ¿Por qué habían entrado en la plaza?
La comisión de peñas solicitó del delegado de Martín Villa [ministro de Gobernación] dos días de luto y la retirada de la Policía Armada de las calles. Ninguna de las dos peticiones fueron aceptadas (…). Tampoco aceptó que el lunes se celebrara un funeral en la plaza del Castillo en memoria de Germán Rodríguez, veintisiete años, miembro de Comisiones Obreras y militante de la Liga Comunista Internacional (LKI), fallecido en la madrugada del domingo tras ser herido en la cabeza por una bala (…).
A estas horas de hace hoy exactamente treinta años, descubrí que estaba invadido por el pavor y la ira. Echamos a correr hacia casa, en el centro, en medio de una nube de humo, de un mar de sirenas y de un concierto de balas que era contestado por un coro popular de “¡asesinos, asesinos!”. Llegamos al portal justo cuando un furgón policial, en dirección contraria, venía a toda pastilla hacia nosotros. El resto de mi gente (incluida Paula, de la que Ana estaba embarazada de cinco meses) entró al galope tendido… y me dieron con la puerta en las narices. Y allí, aporreando para que me abrieran, me afeitó una pelota de goma que, afortunadamente, hizo añicos uno de los cristales de la puerta y no mi cráneo.

Era tal la indignación, la impotencia y la rabia, que Eneko y yo volvimos a bajar pasado un rato y allí vimos, escondidos tras árboles en las cercanías del Gobierno Civil, cómo un montonazo de gente se enfrentaba a pedradas, tras parapetos improvisados con vallas de obra, a los grises que, por Dios, no dejaron de disparar ni un segundo pelotazos y botes de humos. Y allí no se me acabó la rabia, pero sí el valor para seguir, después de que otra pelota de goma hiciera diana con un sonoro gong en una señal de dirección prohibida que tenía a medio metro.

Estos sucesos, sus causas y sus responsables, nunca han sido investigados.

2 comentarios:

Nico Sangrador dijo...

Cuando un río caudaloso se sale de su cauce seproducen inundaciones, con todo lo que ello conlleva.

Con la política pasa lo mismo. En cuanto se mezcla con algo que no es política, se lía.

Nahum dijo...

¿No han sido investigados? Pues hace un par de años vi un documental titulado Sanfermines'78 donde había bastante información al respecto. Eso sí, quedaban zonas grises.

En todo caso, qué pena lo de las peñas ahora. Algunas pancartas son de vergüenza ajena, insultantes y muy, muy politizadas (siempre hacia un lado, claro). Si eso es la fiesta, que baje San Fermín y lo vea...

El año pasado, sin saber de qué iba todo este rollo, me crucé con ellos el mismo día 8, cerca de la estela de German, en Carlos III. Puños en alto cantando la Internacional y el Eusko Gudariak, gritos de fascistas por doquier, amenazas a la alcaldesa... ¡¡Pura memoria histórica, claro!!

Puestos a mezclar fiesta y política, qué buenas oportunidades desperdiciaron las queridas peñas con los asesinatos de Miguel Ángel Blanco o José Javier Múgica para usar toda su artillería, en medio de las fiestas, contra los asesinos...