viernes, 4 de julio de 2008

Vanessa: “Yo no le pillé en el escroto”

Vanessa tras su mostrador. Clic en la foto para ampliar semejante testimonio en ventana independiente.

Vanessa Jandilla Foral nos recibe y atiende, amable, a pesar de que solo faltan treinta minutos para cerrar su droguería “y a esta hora el comercio se llena a reventar y me siento un pobre de mí”, dice melancólica y sin ánimo de chiste. Vanessa, que alterna su ocupación de drogodependienta con algunos bolos de verano por la Ribera de Navarra, está triste y dolida. Ha sido noticia por dos actuaciones que ocuparon la primera plana de los medios (de comunicación). Todo comenzó al verse retratada en Murchante, sorteando misericordiosa la jaula de Javier Sagardoy, la que le construyeron sus amigos para que pudiera seguir disfrutando de los encierros, a pesar de su paraplejía.
–Vanessa, ¿cómo vivió esos momentos?
–Fueron difíciles. El público se dividía, como es habitual, entre los que me proponían embestir a don Javier para que supiera a qué atenerse, y los que apostaban a que si iba a por él me quedaba sin cuernos. En fin, opté por cumplir lo que estipula el contrato, haciendo como que iba pero sin ir. Creo que mi profesionalidad queda reflejada en la foto que sacó el diario.
–El señor Sagardoy declaró, entonces, que estaba pensando en perfeccionar su artilugio con un pivote basculante que, al apretar un botón, le elevara con su silla de ruedas, poniéndole a salvo de sus embestidas, ya sin necesidad de jaula. ¿Qué opina al respecto?
–La idea era tentadora, claro. Quiero decir, tentadora para mí. Si se ha dado de cuenta, a los encierros de la Ribera acuden cada vez más cargos electos en sus respectivos coches oficiales con sus correspondientes inhibidores de frecuencias, lo que sin duda facilitaría mi trabajo, por el que me pagan. Pero en el fondo me alegro de que don Javier desistiera. Son muchos años juntos.
–A los pocos días de lo de la jaula de Murchante saltó el caso del mozo al que una vaquilla le cosió a puntazos, en el escroto, y todos los ojos se dirigieron a usted, Vanessa, como autora de la cogida.
–Sí, lo vi. Era en otro pueblo, pero claro, todos creían que por haber salido un día en el periódico iba a ser siempre yo, y eso es mentira.
–¿Tiene coartada?
–No, de eso no, pero le puedo decir lo que estaba haciendo en esos momentos. Estaba aquí, en el comercio, ordenando el pedido que me acababa de traer el viajante y que puede ver aquí detrás. Ya sabe, lo de siempre: caramelos de eucaliptus, escobillas de WC, cajas de gelatina Royal, servilleteros, botes de desodorante, champús de oferta, tijericas, suavizante, epileidis, carretes de hilo, café recién molido y ropa interior. Ah, y quitaesmaltes y pañuelicos para las fiestas, que están al llegar. Las fiestas.
–Entonces, ¿piensa que es una campaña contra usted?
–A tanto no llegaría. Pero si alguien se molestara en hacer periodismo de investigación descubriría que, además de ser imposible por estar aquí, yo no podría haberlo hecho porque nunca me han contratado a fiestas en El Escroto.
–Bien, pues muchas gracias por su tiempo. Para terminar y despedirse de nuestros lectores, ¿qué tal se le presenta este verano de 2008?
–Bueno, creo que iré tirando.

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