Tardé varios años en saber que Paco Go (pacogó, de corrido) era en realidad don Francisco Gómez Antón. Fue cuando me matriculé en la Facultad, donde todo era don Francisco por aquí y don Francisco por allá. Hasta entonces, don Francisco era para mí Paco Go, al que conocía desde que a mis ocho años llegué a Pamplona en el equipaje de mi padre, que se estrenaba como catedrático de Derecho Civil en la jovencita Universidad de Navarra. En aquellos comienzos, Paco Go era uno más de la pandilla de profes que periódicamente se reunían para cenar en casa de alguno. Cuando era en la mía, los hermanos saludábamos a los invitados y compartíamos aperitivo hasta que la madre tocaba retreta. En sanfermines íbamos con Paco Go y compañía a las barracas, y a por chocolate con churros, porque siempre tenían cinco duros. Eran más tíos que amigos.
Paco Go vivía en un piso con otros profes, y a mi madre le preocupaba lo delgados que los veía. "Al cocido –les decía– echadle un hueso de jamón, que además de alimentar le da un sabor muy rico". Y al cabo de dos semanas mi madre se interesaba por el cocido y Paco Go le decía, con total sinceridad: "Las dos o tres primeras veces bien, pero a la cuarta el hueso ya no sabía a nada".
Camino del periodismo me lo topé creo que en tercero, o en cuarto, como profesor de Instituciones Políticas. Santo Dios lo que sabía de bloques, de oriente y occidente, de guerras frías y de muros. A mí me costaba llamarle don Francisco porque era Paco, Paco Go, desde que yo tenía uso de razón. Pero bueno, era lo de menos porque sus clases eran pura delicia. Qué forma de enseñar, qué forma de hipnotizarnos. Hasta nos enfadaba que el recordado bedel Eugenio interrumpiera al maestro al abrir la puerta y soltar el consabido "don Francisco, la hora". En aquella enorme aula del Edificio Central, de tarima kilométrica, don Francisco se movía sin parar. Para escenificar el eje que separaba al norte del sur agarraba una tiza y se ponía a dibujar una laaarga línea sobre la pizarra caminando de espaldas... y todos nos mordíamos las uñas porque la tarima se acababa y el profesor no se detenía en su afán por remarcar la división entre pobres y ricos. Pero nunca se cayó. Como mucho, un tristrás en el último milímetro. Qué arte.
Después, cuando muchos años más tarde regresé a Pamplona y tuve la inmensa fortuna de ser su vecino de despacho, la carcajada me acompañó a su vera hasta que, hace poco pero mucho, se fue a vivir a México. Paco Go es, sobre todo, el optimismo y el buen humor en cadena perpetua. Creo que no he conocido a nadie al que le haya hecho repetir una y mil veces las mismas anécdotas, siempre las mismas, siempre distintas. Me da que a veces me intentaba esquivar, pero sin éxito. Yo lo emboscaba, lo enganchaba del brazo y le decía: "Paco, cuéntame lo del chino" y él, bendito, no solo lo recordaba sino que me escenificaba la llamada remota desde la estación de Renfe a una Universidad de Navarra neonata informando: "Buenas noches, soy el jefe de la estación del norte. Que aquí ha llegado un chino que debe ser de ustedes". Y sin soltarle del brazo le seguía acosando: "Ahora, lo del notario". Y él, qué remedio, me volvía a narrar hasta dolerme la tripa el caso del notario jubilado, dueño de una de las mejores casas del centro de Pamplona, que en los años sesenta bajaba todos los mediodías para tomar el aperitivo en el Café Iruña, luego almorzar en Las Pocholas, tomarse un completo en el Casino jugando una partida de cartas, antes de sumergirse de tapeo por Estafeta y cenar en el Señorío de Sarría. Y así un día y otro. Hasta que una noche, ya de recogida, el portero de su casa no se aguantó y le soltó, con el debido respeto: "Desde luego, don Fulano, cuando usted muera no podrá decirse que ha pasado a mejor vida...".
La batería de historias que encierra Paco en su interior es inagotable. Una muestra, solo una pequeña muestra, nos la regaló en su libro 'Desmemorias' (Eunsa, 2002), pero doy fe que sus 248 páginas son solo la punta del iceberg. Ahora, mi amigo Paco, mi maestro don Francisco, que tanto monta, ha sido distinguido con la Gran Encomienda de Isabel la Católica por su impagable labor, a lo largo de muchos años, de acercamiento de España con nuestros hermanos ultramarinos. Paco fue no solo el director sino el alma máter del Programa de Graduados Latinoamericanos, un programa que durante dieciocho años propició que profesionales americanos realizaran un curso de posgrado en Pamplona. Y, desde entonces, desde 1972, Paco es tan querido en aquel continente que hasta dan celos. Pero contraataco y digo: pues yo le conocí mucho antes que vosotros. O sea, que llevo más tiempo queriéndole.
7 comentarios:
¡Qué gran maestro! Ojalá alguno lleguemos a un tercio de su sabiduría y seamos capaces de transmitirla a nuestros alumnos, D. Francisco.
Un reconocimiento más que merecido para un gran profesor. Gracias por recordar sus clases y sus anécdotas, yo también le guardo gran admiración de siempre.
Un saludo a don Francisco desde Madrid.
Sorpresa, sorpresa!
Esperamos que ahora no haya problema para que puedas ver el blog ;)
Efectivamente. Ma. José
Luego intentaré volver a entrar para leer "Qué Cruz"
Muy grande y divertido lo que dices. Qué suerte poder escribir así, como si lo volviera ver hablando. Gracias a los dos Pacos.
Paco, tuvimos la suerte de conocer a Paco Go cuando llegó a México, desde entonces es parte de nuestra familia.
Gracias por contar tantas cosas sobre él.
Sus anécdotas, aunque las haya contado muchas veces, siempre saben a novedad, además de que las actúa, e irremediablemente te partes de la risa.
Su alegría y buen humor siguen intactos y ese inmenso corazón en el que cabemos tantos nos habla continuamente del gran cariño que puede almacenar ahí.
Tuvimos el honor inmerecido de estár presentes el día que fue distinguido con la Gran Encomienda de Isabel la Católica fue un día entrañable.
Sé que llevas mucho más tiempo que nosotros queriéndole. No te pongas celoso, gracias a sus recuerdos te conocemos hace un buen tiempo.
¡Saludos calurosos desde México!
Paloma Hammeken
Tuve oportunidad de organizar junto con Rosa Elena Vasquez,Victor Gonzalez y Clarita Lopez el homenaje que se le rindiò en Ciudad de Mexico enn octubre de 2007. Fue un momento maravilloso al poder expresarle nuestros sentimientos de gratitud y aprecio por todo lo que nos brindò durante nuestra estadia en el PGLA.
Muy merecida la Condecoraciòn a este gran maestro FRANCISCO GOMEZ ANTON
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