De ‘Arrieros somos’, título provisional, al entonces todavía conocido como El Yeti le gustaba especialmente una creación que, casi seguro, llevaría por título definitivo el de ‘Ángeles’ porque emitía a la perfección un doble mensaje: una metáfora sobre las sufridas esposas de los labradores de Albacete y un homenaje a su cuñada de Cartagena quien, además de llamarse así (Angelines, no Cartagena) cantaba como los ídemes. De hecho, fue su voz la elegida para interpretar ese tema en la maqueta, grabada en marzo de ese año en su granero de Cotillas, aprovechando la reunión familiar por Semana Santa. La orquestación se debe a su grupo Aidón Bilif, con el que todavía se llevaba bien, aunque por poco.
En su tercera y última noche en la city, algo irritado con las discográficas por los portazos educados que había recibido desde su aterrizaje, se animó a entrar en ‘The Accordion’, uno de los típicos pubs de los que tanto había oído hablar. Allí, en el taburete frente a su tercera pinta, se percató de que el tipo tatuado sentado a su izquierda cantaba razonablemente bien, quizás animado por los whiskises que trasegaba sin parar. Se presentó, le dio la mano y el tatuado se la devolvió: era un tal Robbie Williams, quien se le enrolló pero que bien sobre que si los de su banda Take That eran unos sinsorgos, y que como ya no aguantaba a tanto mojigato estaba grabando su primer disco en solitario y que se iba a titular, casi seguro, Life thru a lens, pero que le faltaba un algo, un nosequé, un tema que fuera el estandarte de su renacer.
Onofre García Valderrama, ya por su quinta pinta, no lo dudó y le regaló la maqueta “porque soy tu amigo y siempre te querré, y haz con ella lo que quieras, y si vienes por Albacete llama, que te llevaré donde hacen unas gachas que te mueres”. Onofre hasta lloró en el abrazo de despedida.
A la mañana siguiente, enresacado perdido, ya se estaba arrepintiendo del regalo, aunque se consoló al recordar que la grabación original de ‘Arrieros somos’, título provisional, la conservaba en el granero. Y fue allí mismo cuando meses después escuchó atónito, por la radio, que un tal Robbie Williams se estaba haciendo de oro con su tema, ‘Angels’. Al escucharlo sintió ganas de vomitar porque el tal Williams había destrozado su canción, que en voz del inglés sonaba así de mal:
Casi llorando de profundo dolor en el alma, y mientras decidía que al tal Robbie lo iba a invitar a gachas su santa madre, se consoló de una forma muy inteligente: apagó la radio, encendió la pista de reproducción y dejó que la voz de Angelines le envolviera con el verdadero esplendor con el que siempre debió sonar su canción:
3 comentarios:
Junto a los Golem Baiona, lugar de reunión de la cartelería pamplonesa, he leído uno que ponía:
"Únete a la Onofremanía"
¿Tendrá algo que ver...?
¡Qué bribón ese Robbie! Y tenía que suceder todo en Cotillas, precisamente ahí. ¡¡Acho, pijo, eso no se hace, nene!!
Definitivamente, Robbie, no tiene nada que hacer... Es muy difícil superar a La Angelines y el 'Duele de verdad'.
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