domingo, 2 de noviembre de 2008

Acerca del periodista digital [1]

En noviembre de 2003, hace ahora cinco años, asistí en Quito al Seminario Internacional 'Periodismo digital: un reto en América Latina y El Caribe', invitado por la OEA y el CIESPAL, para hablar ante un auditorio de más de trescientos profesionales y estudiantes de mi querido continente sobre el 'Perfil y retos del periodista digital'. Y hoy, por una especie de calambrazo telepático, me estaba acordando de aquellos buenos días, justo cuando recibo dos mensajes que me refrescaban lo allí dicho y lo oportuno que sería volver a airearlo porque, total, cinco años no es nada y, a la vista de las polémicas que nos vienen ocupando sobre el ejercicio del periodismo, podría dar más leña para el debate. Pues venga.

El problema es que el texto es largo y yo, aquí donde me ven, siento cierta piedad por mis lectores. Así que he dividido la cosa en dos partes para intentar hacerla lo más digestible posible. Vamos pues con el capítulo uno.

Cuando los organizadores de este seminario me propusieron que abordara el perfil del nuevo periodista digital confieso que lo primero que vino a mi mente, casi de modo automático, fue el libro del británico David Randall, 'El periodista universal'. Para quienes no hayan tenido la fortuna de leer las reflexiones de este maestro de la comunicación diré que fue en 1992 cuando le invitaron a Moscú para impartir un curso a periodistas rusos sobre el periodismo occidental. Esta acotación, “occidental”, produjo en Randall una inquietud que pronto identificó: el tema sobre el que le habían pedido que hablara no existía porque, según explica él mismo, no hay periodismo occidental ni oriental; no hay periodismo liberal, republicano o nacionalista: no hay periodismo machista o feminista; no existe un periodismo serio y otro sensacionalista... “Tan solo hay –concluye Randall– un periodismo bueno y otro malo. Y ambos son universales”.

Por ello debo decir, desde ahora mismo, que estoy al cien por cien de acuerdo con Randall y creo por encima de todo en el buen periodismo y que éste es universal, también, independientemente del medio por el que se transmita. Si no hay un periodismo oriental y otro occidental, tampoco hay un periodismo escrito y otro radiado, un periodismo analógico y otro digital. “Tan solo hay un periodismo bueno y otro malo. Y ambos son universales”.

Creo que este preámbulo es imprescindible antes de sumergirnos en las características que deben acompañar al periodista que quiere y puede realizar su misión desde un medio digital. Lo que distinguirá a este profesional de sus compañeros de otros medios más tradicionales serán los métodos, las técnicas, pero nunca los objetivos: la práctica de un periodismo honesto, al servicio de la sociedad y de la verdad, basado en los hechos y no en los rumores y que transmite con claridad todos los mensajes que los ciudadanos necesitan saber porque son los auténticos titulares del derecho a la información.

Siento defraudar si alguien pensaba que íbamos a comenzar dibujando el perfil del periodista digital desde un ángulo tecnológico, en el que primaran sus trazos como gran oteador de la red, habilidoso en el manejo de software y capaz de transmitir sus informaciones desde plataformas multimedia. Creo que esa visión está desenfocando la realidad. El periodista digital se enfrenta a nuevos retos, cierto es, pero los tecnológicos son los menores. Yo no creo en ese perfil que más que de periodista digital parece corresponderse a periodista-ficción y que se presenta con una cámara de vídeo digital en su cabeza, teléfono celular manos libres, computadora minúscula con conexión vía satélite... No, ese perfil puede ser soñado por un empresario que desea reducir sus costes con un solo trabajador encargado de transmitir crónicas simultáneas para su periódico impreso, su periódico digital, sus emisoras de radio y televisión, su agencia de noticias... pero dudo mucho que podamos llamarlo periodista; todo lo más, experto en telecomunicaciones. Sencillamente, porque resulta difícil imaginar a ese periodista haciendo a fondo bien su trabajo y que es, por encima de todo, informar sin perder de vista los valores fundamentales de la profesión periodística.

Lo que cualquier periodista necesita para ser considerado un buen profesional son tres valores fundamentales, y que a su vez son un compendio de todas las virtudes profesionales: la credibilidad, el rigor y la independencia. Estos tres valores, que son la herencia genética que recibió el periodismo en el momento mismo de su concepción, afloran con inusitada fuerza al hablar del nuevo profesional de la información. El periodista digital triunfará si es creíble, riguroso e independiente.

1º. Credibilidad. La firma de un periodista va mucho más allá de cualquier componente de vanidad. Si alguien firma en un periódico (o en cualquier otro medio) para satisfacer su ego es probable que se haya equivocado de profesión porque sería más feliz, por ejemplo, dedicándose a las artes escénicas. La firma en una información es un hecho trascendental porque compromete al periodista ante la sociedad; su nombre significa que empeña su honor en que todo lo que allí aparece escrito (o radiado, o televisado) es la verdad y sólo la verdad. Y su credibilidad se basa, a grandes rasgos, en que:
  • Respeta y defiende los valores fundamentales de los ciudadanos y de la comunidad a la que se dirige.
  • Huye del sensacionalismo, afrontando las informaciones delicadas con el máximo respeto hacia las personas implicadas y sus derechos, y con respeto a los derechos y las sensibilidades de los receptores de la información.
  • Es cuidadoso, veraz y respetuoso con la ley y con los derechos de las personas.
2º. Rigor. Es evidente, o debería serlo, que el rigor es imprescindible para que el periodista goce de credibilidad. El rigor periodístico se fundamenta en que el profesional no está para especular ni para aventurar, sino para averiguar lo que no sabe, para buscar los datos, los argumentos y cuantas pruebas precise para corroborar sus afirmaciones. Por eso, un periodista riguroso no pierde nunca de vista:
  • La objetividad: porque él no está para opinar, manipular ni tergiversar sino para tratar toda información con seriedad y respeto. Los ciudadanos no buscan rumores ni suposiciones sino datos irrefutables porque son evidencias. La misión del periodista no es la de enjuiciar sino la de ofrecer los elementos relevantes y necesarios para que los ciudadanos sean quienes juzguen y lo hagan con acierto.
  • La profundidad: es misión del periodista llegar hasta el fondo de los asuntos sobre los que informa, y para ello debe averiguar todos los datos precisos y verificarlos cuantas veces sea preciso.
  • La precisión: el rigor significa cuidar hasta el último detalle o dato secundario de la información. Si el periodista escribe mal un nombre o se equivoca de fecha, el receptor de la información pensará, y con razón: “Si falla en datos tan elementales, ¿cómo voy a dar credibilidad al fondo de la información?”.
  • La pulcritud: el dominio del idioma y su plasmación con exactitud (sea en una página de papel o en una digital) es un punto de partida irrenunciable para cualquiera que se quiera llamar, sin más, periodista, porque el idioma es su materia prima.
3º. Independencia. Hablamos de independencia del profesional, no del medio para el que trabaja. Por eso, el periodista independiente
  • amplía constantemente la cantidad y calidad de sus fuentes, alejándose de la excesiva proximidad y abriéndose a todo el espectro social;
  • somete a sus fuentes a un constante chequeo de fiabilidad, lo cual no significa que sea desconfiado sino prudente;
  • nunca cede a las presiones externas ni de los protagonistas de los hechos porque sabe que lo que divulga es la verdad, y una verdad necesaria que debe conocer la sociedad.
Estos valores, generales y obligados para cualquier profesional, cobran especial fuerza para el periodista que trabaja en un medio digital, y lo hacen porque Internet ha roto dos barreras históricas en el campo de la comunicación:
  1. En cuanto al medio: hasta ahora, eran precisas grandes inversiones para poner en marcha un medio de comunicación (prensa, radio o televisión) y, por tanto, eran pocos los miembros de la sociedad que podían hacerlo. A partir de internet, cualquier persona, con una mínima inversión, puede convertirse en propietario de un medio de comunicación en línea.
  2. En cuanto al informador: hasta ahora, se precisaban estudios universitarios o largas experiencias laborales y acceso autorizado a un medio para ser considerado un profesional. A partir de internet, cualquier persona con acceso a la red puede convertirse en informador.
Lo que aquí nos ocupa, ahora, es alertar al periodista digital para que certifique su autenticidad profesional ante una audiencia a la que le llegan o le pueden llegar mensajes de falsos periodistas y aficionados. Y creo que, para ello, precisa más que nunca de la credibilidad, el rigor y la independencia.

De momento, no hay ningún certificado que pueda garantizar al internauta que lo que está leyendo es una información segura de un periodista seguro. Incluso es posible, en internet, la suplantación de personalidad, ya que cualquiera puede publicar lo que quiera y firmarlo con mi nombre. Son peligros de difícil solución en este inabarcable escenario digital.

Ante esta indefensión profesional, el periodista digital deberá dar pruebas de su credibilidad a través de su trabajo, que por primera vez en la historia está abierto para su comprobación por cualquier internauta: la inmensidad de la red permite contrastar datos porque los lectores pueden acceder a las fuentes originales de las que ha bebido el periodista digital... si es que el periodista digital sólo ha acudido a internet para elaborar su información. Y si los internautas son expertos navegantes –que cada vez lo son más–, ¿para qué necesitan al periodista, si ellos también saben buscar?

Y éste es un problema de fondo en el que conviene detenerse. Más de un profesional y de un formador de profesionales está cayendo en el error de identificar al periodista digital con el informador que sólo se documenta en la red y que, a lo más que llega, es a ordenar y reescribir el material –evidentemente, de otros– para hacerlo llegar a su audiencia. Digo que es un error porque ése no es un periodista digital sino, todo lo más, una parte de él, como documentalista o editor de contenidos ajenos. Pero no será un completo profesional de la información hasta que no intervenga en el proceso de dar a conocer noticias, novedades.

Internet ha supuesto, para todos los periodistas, una revolución en lo que a documentación se refiere. Baste este dato como muestra: según un estudio de la consultora Deloitte & Touche realizado en julio de 2002, la mitad de los periodistas españoles (exactamente un 49 por 100) aseguraba que utiliza internet como fuente para todos sus artículos, y el 90 por 100 de los periodistas menores de 40 años no se imaginan su trabajo diario si no tuvieran acceso a la red. Por lo tanto, internet como fuente de información –valiosísima, sin duda– no es patrimonio del periodista digital sino de cualquier periodista. Dicho de otro modo, manejar internet como fuente no convierte a un periodista en digital.

Ante este panorama, el nuevo profesional tiene el gran reto de pararse a pensar y redefinir su misión, que por el momento, en las más de las ocasiones, se está desvirtuando ante el vértigo de la inmediatez y de la rapidez: más de un periodista digital antepone la urgencia por publicar antes que nadie su “noticia” a verificar las fuentes, contrastar la autenticidad de los datos o profundizar en el análisis y la contextualización.

Este panorama propicia que triunfe la parte digital sobre la parte periodística. De momento, parecen más idóneos para el medio los profesionales que son rápidos buscando por la red, manejando software de publicación digital, integrando textos, vídeos, fotografías y sonido con gran rapidez... todo ello en detrimento de una información serena, pausada y trabajada durante el tiempo que sea preciso.

[Continuará]
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PS. A algún presunto colega le debió de gustar tanto lo que decíamos Randall y servidor, que tiempo después lo aprovechó como propio para dar conferencias y tal. Yo, personalmente, me pondría rojo de vergüenza si me pillaran robando de forma tan torpe y, encima, dándome la razón en que hago bien en inquietarme por el futuro del periodismo según algunos presuntos periodistas. Eso sí: a lo que internet no ayuda, por ahora, es a pillar cojos.

5 comentarios:

Ander Izagirre dijo...

Gracias, Paco, interesantísimo.

Miguel Carvajal dijo...

Muchas gracias, Paco. Este texto, junto al anterior, más en carne viva sobre la polémica de la cobertura del atentado y los gurús del nuevo periodismo confirman que no hay bien que por mal no venga. Gracias a estos textos, uno puede desenmascarar a mucho profeta del vacío.

¿Lo de Alfonso Rojo es verdad? ¡Ya lo que le faltaba a este hombre! Ahora tiene estatus de tertuliano (con perdón): si juntamos los sablazos que se llevan Maria Antonia Iglesias, Isabel San Sebastián, Enric Sopena y Miguel Ángel Rodríguez and company podríanmos resolver la crisis financiera de alguna caja local. Bueno, me retracto: no tengo los datos de lo que ganan.

Buff.

Anónimo dijo...

Como dice Groucho en su epitafio: "Perdonen que no me levante" (lo he leído en varias tandas, confieso). El análisis fue un guantazo en toda la boca a más de uno, sin querer queriendo.

En un rato, estamos desayunando en FCom. Invito yo.

Luisgui dijo...

Clap, clap, clap.... Chapeau Paco.

Luisgui dijo...

Clap, clap, clap.... Chapeau Paco.