Hace bien poco, en 1995, me vi obligado a fundar en Diario 16, por sugerencia de mi querido director, la unidad que bauticé como Teclados Azules. Un puñado de aguerridos periodistas capaces de hacer en poco tiempo un suplemento sobre la muerte de Lola Flores y a las dos semanas otro sobre su hijo Antonio, que le siguió hasta la eternidad demasiado rápido. Éramos los chulapos de la Redacción, conocidos también como los pringados que hacían el trabajo necesario que otros, debido a su exquisito estatus, consideraban denigrante para sus selectas neuronas destinadas a misiones mucho más trascendentes para el devenir de la intelectualidad. Vamos, que el jefe de Cultura no podía descender a las ordinarieces de los Flores porque estaba preparando un especial sobre la poesía báltica del XVIII, que es lo que importa.
Los Teclados Azules, a los que tuve la fortuna de comandar, no sólo hacían su trabajo sino que lo hacían bien, muy bien. Eran periodistas de casta y servicio, convencidos de que estaban haciendo un gran trabajo pero, eso sí, desde el anonimato. Rara vez firmaban. Pero su esfuerzo se traducía en satisfacción y en subida de ventas. Iban felices con su trabajo y no precisamente por el tema que abordaban. Por eso eran Teclados Azules, porque se sentían en parte bálsamo del dolor. Periodismo puro y duro, nada tomatero, riguroso, respetuoso y completo al servicio de una información que al final era tan completa que se convertía en homenaje.
Hoy, años después, mis Teclados Azules siguen haciendo el bien desde el anonimato, porque son periodistas, mientras el de los bálticos a lo peor anda cenando con Ramoncín, al que habrá que hacer un suplemento. Y yo, en la distancia de unos y otros (pero sobre todo de otros), me reavivo porque siguen naciendo periodistas con tinta en la sangre (que es metáfora, tranquilos) y con los que me lo paso a lo grande. Son alumnos de Doctorado y de Licenciatura en mi fcom con los que aprovecho para hacer lo que más me gusta, periodismo, y por todos los medios. Mientras esté rodeado por gente como Samuel, Álvaro, Bea, Eva y otros muchos más, el concepto Teclados Azules seguirá por siempre jamás. Y eso que, cosas de la vida, ahora nos llamamos la Cuadrilla Coberturas, que es marca registrada de Sam, y mira que me fastidia, porque si algo soy es bautizador. Pero es lo mismo.
2 comentarios:
Aquí el abrazo del fan number one de la cuadrilla coberturas. Mi enhorabuena. Mi cariño. Mi admiración.
PD. Yo me hubiera ofrecido voluntario para llevar los cafeses a los teclados azules. Lo de la poesía báltica, sea del siglo que sea, como que no...
Pues no veas desde la lejanía cómo se agradece la labor de la cuadrilla.
Enhorabuena a todos (Y al capitán del barco, claro).
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